Frankenstein es la primera canción que recuerdo haber escuchado en la radio, era el inicio de los años setenta, en Mexicali, Baja California, en donde vivía de niño. Esta canción de Edgar Winter y su banda, me impactó de una manera sorprendente. Y no es para menos, sobre todo si eres un niño y lo escuchas en super auto como era un Impala Chevrolet dos puertas, sin asientos y arreglado lo más hippie posible. Después volví a tener un acercamiento con la radio, y fue cuando durante un verano cuando visitaba a una tía y un hermano en Agua Prieta, Sonora. Mi tía tenía su mercería justo enseguida de una estación de radio, con un ventanal que daba a la calle Panamericana #8. Ver un locutor en acción me llamó la atención. Después mi familia y yo regresamos a Ciudad Obregón, y lo primero que hice fue buscar algo de rock en la radio, y me encontré con los Éxitos de la Manzana, no recuerdo la frecuencia, y estoy casi seguro que el locutor era José María Cerecer. Amigo ahora. Tocaban algo de rock y buena música en esa estación, pero no lo suficiente para un rocanrolero en ciernes. Así que comenzamos a escuchar por las noches una estación gringa que tocaba nuestra música. Pero era solo de noche y agarrabas la señal a un ladito de la 810 AM, que no transmitía de noche.
Para cuando inicié mi carrera de Ciencias de la Comunicación en Guadalajara, Jalisco, la radio fue una de mis mejores amigas y compañía imprescindible. En esta ciudad nos llevaban años luz en la producción y transmisión de programas musicales, comerciales, y culturales para la radio pública y privada. La radio era toda una industria que satisfacía mis necesidades musicales y culturales; hasta la Hora Nacional llegó a ser mi gran compañera los domingos melancólicos por la noche, y fue en la carrera profesional que comencé a amar a la radio, al grado que para cuando terminé mis estudios me certifiqué como locutor ante la Secretaría de Educación Pública.
Pronto regresé a Obregón con la firme intención de hacer mi propio programa de radio; pensaba que siendo un joven egresado de Ciencias de la Comunicación, con certificado de Locutor Categoría "A", apasionado y coleccionista de música y de los libros, sería muy sencillo conseguir un espacio para hacer radio. Pero no. Pasé año y medio tocando puertas y rogando a los dueños o directores de las estaciones locales, hasta que mi amigo Luis Felipe García de León me dio mi primera oportunidad para de trabajar en la radio. Después de ahí pasaron 20 años y miles de historias que hicieron que la sangre de la radio comenzara a correr por mis venas.
Pero, a donde quería llegar es que, mi modesta opinión es que creo que la radio en nuestra ciudad no se modernizó, y está inmersa en un soliloquio de banalidades, aderezada por, en su gran mayoría, música que, o es de mal gusto, aunque le guste a muchos, o es mala influencia por la forma de decir las cosas en las canciones que ponen, y que hasta a la Ley Federal de Radio y Televisión, faltan. Los directores y dueños de la mayoría de estaciones de radio local y estatal parece que han olvidado que la radio nació para que las personas pudieran comunicarse entre sí; para escuchar pláticas inteligentes, de contenido, divertidas, poéticas, filosóficas y de responsabilidad cívica, para darle paso a música de baja calidad, sin objetivos claros de comunicación, sin creatividad en el área comercial, al grado que la mayoría de ellas solo sobreviven. Si no quieren desaparecer tendrán que adaptarse a los cambios constantes, y ser más exigentes a la hora de compartir sus contenidos, para poder subsistir, y para cumplir con la ley. Claro, hay en nuestra ciudad docenas de profesionales de la radio, y un sindicato fuerte que buscas mejoras constantes para la gente, pero creo que el problema lo generan los dueños y directores de las estaciones que no innovan y se posicionan. Por supuesto, hay sus excepciones.