Carlos Slim: el síntoma de un mal estructural
El magnate se defiende esgrimiendo el mito de que, entre más riqueza acumule más posibilidades existen de que esta se distribuya
Hay hombres que producen admiración y escándalo; Carlos Slim Helú es uno de ellos. Despierta admiración por la portentosa fortuna que acumula y provoca escándalo porque sus desmesurados ingresos, tienen como plataforma un país que se mantiene en el estancamiento económico y se debate entre el desempleo, la pobreza y la violencia.
Es el México que le ha permitido a Slim alcanzar los primeros lugares en el medallero de los hombres más ricos del mundo. En la jerga de la superación individual y las historias de éxito, el personaje podría aducir que todo lo que han representado adversidades para la mayoría de los mexicanos, para él han sido grandes oportunidades. El hombre no empezó vendiendo gelatinas, pero sí hilos, agujas y botones en el centro histórico de la Ciudad de México.
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Los antecedentes familiares de Slim remiten a los primeros años del siglo pasado, a una mercería ubicada en las cercanías del zócalo de la ciudad de México. Graduado como ingeniero civil en la UNAM, a principios de los años sesenta. No mostró mucha inclinación por el desempeño relacionado con la profesión, más bien se inclinó por los negocios vinculados al dinero que produce dinero, esto es la correduría de las inversiones en bolsa y mercados de inversión especulativa.
Cuenta que desde niño aprendió a portar una libreta, un pequeño cuaderno de contabilidad personal donde llevar una relación de ingresos y gastos. Lo hacía con la disciplina del buen tendero que finca su futuro en la fórmula simple pero infalible del buen especulador: comprar barato y vender caro.
A finales de los años sesenta inició la casa de bolsa inversora bursátil, que pasó a ser la base financiera de su despliegue sobre diferentes frentes de negocios, cuya diversidad y vínculos internacionales con fondos de inversión, le permitieron conformar una estructura con la suficiente flexibilidad para convertir el momento de la gran crisis económica de principios de los años ochenta en la oportunidad para multiplicar ganancias. Lo que fue un desastre para la economía nacional, representó una ventaja para Carlos Slim.
La crisis de la deuda pública y privada de los años ochenta, propició una mortandad de empresas y muchas de ellas perdieron valor en el mercado. Slim estuvo en capacidad de comprar barato adquiriendo numerosas empresas emblemáticas mexicanas por centavos de dólar, esto comprendió giros relacionados con materias primas como el aluminio, el cobre, el hule para la fábrica de neumáticos, seguros, tabaco, entre otras.
En estas condiciones recibe la década de los noventa, cuando el auge de las reformas neoliberales lo convirtieron en uno de los principales beneficiarios de la venta y remate de una de las empresas de comunicaciones más grandes del Estado Mexicano: Teléfonos de México. El control sobre las telecomunicaciones del país fue la joya de la corona, su monopolio le permitió la cotización en bolsa y con ello el manejo de ingentes flujos de liquidez de los que no gozaba ningún empresario mexicano.
A partir de ahí pasó de ser un rico ordinario a la condición de un multimillonario. Lo que le permitió a Slim ingresar a la elite de los hombres más ricos del mundo, y le confirmó la ruta del éxito: mantener una relación simbiótica con el estado neoliberal, haciendo de la direccionalidad del gasto público la principal fuente y palanca de los negocios privados.
Carlos Slim prefiere la discreción en lo público, pero mantiene una intensa actividad detrás del telón. Le molesta mucho que le pongan los reflectores que destacan su descomunal riqueza en un país conformado por una mayoría de pobres. Recientemente, un organismo internacional que ha ganado prestigio por señalar las grandes brechas sociales que se registran en diferentes países del mundo, denominado OXFAM, en su último informe, señala que la desigualdad extrema en México no deja de aumentar.
Documentan que en el país hay 14 ultra ricos, cuya fortuna aumentó hasta casi duplicarse durante el transcurso de la presente administración federal. Apuntan que entre ellos destaca Carlos Slim, quien se posiciona como el hombre más rico de América Latina, en tanto que su fortuna superó por primera vez, en diciembre de 2023 los 100 mil millones de dólares y tiene un patrimonio mayor que los otros trece multimillonarios juntos. Afirman que su fortuna concentra tanta riqueza como la que tiene la mitad de la población mexicana.
Carlos Brown, Director de Conocimiento y Justicia Fiscal de OXFAM México, se encargó de responder a la reacción airada de Carlos Slim al reporte presentado por el organismo, a quien el potentado mexicano calificó de evaluación estúpida, pues “confunde distribución con generación de riqueza”. En el reporte y bajo el título de “El monopolio de la desigualdad”, Brown identifica al grupo de multimillonarios y a Carlos Slim, no propiamente como empresarios en el sentido de la innovación, sino fundamentalmente como “rentistas” que viven a la sombra de los privilegios y el tráfico de influencia.
Calificarlos como rentistas, que es equivalente a especuladores, es un término adecuado. En realidad, durante los últimos cuarenta años, el modelo neoliberal ha desfigurado al empresariado nacional, por no decir que lo ha desaparecido, en tanto que no existe un plan orientado a crear una industria propia y a industrializar al país. Todo está depositado a la suerte de la inversión extranjera y a la sombra de este modelo se ha creado una elite de especuladores y rentistas que se hacen llamar empresarios.
Carlos Slim se defiende esgrimiendo el mito de que entre más riqueza acumule más posibilidades existen de que esta se distribuya. La leyenda de que cuando la mesa de la acumulación se llena empieza a derramar y a beneficiar a los demás, algo que en los últimos cuarenta años no se ha cumplido, pues la brecha social se profundiza.
En su discurso el presidente Andrés Manuel López Obrador, es un crítico conspicuo del mito neoliberal que le confía a “la derrama de la riqueza” la distribución del ingreso. Pero en la realidad mantuvo las coordenadas fundamentales del mismo. Durante su sexenio, Carlos Slim duplicó sus ingresos y de su abultada mesa solo han caído algunos mendrugos de pan