Cada que inician las inscripciones para el nuevo ciclo escolar, los padres de familia abarrotan los registros civiles o, como en Sonora, los cajeros que parece no funcionarán bien nunca más.
El motivo: en la escuela les piden actas de nacimiento de sus hijos, nuevecitas. Quien trajera la utilizada el año pasado casi era una realidad que mandaran a llamar hasta a un exorcista para que le sacara el chamuco.
Los profesores, alentados por quién sabe quién, alegan que las actas de nacimiento ya están caducas después de tres meses.
Pues bien, hace unas horas en el Estado de México, los diputados aprobaron eliminar la "caducidad" de las actas, a menos, claro, que haya cambios o ajustes legales por cambio de identidad, sustantivo, reconocimiento o desconocimiento.
Ojalá y esta medida cunda hacia otras entidades que todavía acostumbran a solicitar actas nuevas en cada proceso para ingresar a la escuela o a un nuevo trabajo.
Hay quienes, como el que esto escribe, no nacidos en Sonora y a quienes les cuesta muchas veces más un acta porque deben "traerla" desde el lugar de origen a través de la computadora.
Ese "esfuerzo", solamente entregado a las oficialías del Registro Civil para que los ciudadanos estén amarrados a ir a la oficina por los documentos, es pagado con creces y ni modo de rajarse porque está a la puerta un nuevo empleo o un trámite que no puede dejarse para otros tiempos.
Así de abusivas las autoridades. Alegan que, si pasa mucho tiempo un acta en manos de sus propietarios, la certeza jurídica se pierde.
Como si los ciudadanos de bien tuvieran a la mano las herramientas como para cambiar identidades o hacer mal uso de esas actas.
Habrá, por supuesto, quienes sí trabajen de manera ilegal en el cambio de ese tipo de documentos, pero se supone que las autoridades ya han ido tres pasos adelante y con los hologramas y otras medidas pueden detectar cuándo se ha mutado un documento de esa naturaleza.
Y si, desafortunadamente, el Registro Civil no cuenta con la tecnología para saber si es verdadera o falsa la hoja entregada, pues entonces se está hablando de la falta de capacidad para dotar a esas oficinas de los instrumentos necesarios para encontrar delitos.
Cuando el documento tenga tachaduras, enmendaduras o haya correcciones de nombres, entonces es fácil distinguir el problema, pues para eso se capacita a los funcionarios públicos.
Así que no hay que dejarse sorprender. Cuando en Sonora le digan, en la escuela o en Relaciones Exteriores al ir por el pasaporte, que se necesita un acta nueva, puede remitirlos al Registro Civil, cuyos directivos ya han señalado que se trata de un documento certificado desde el momento en que se expidió y por lo tanto no tiene fecha de caducidad.
Ahora, lo que algunos gobiernos defienden es que al establecer que un acta es válida hoy, mañana y varios años después, se terminará con una minita de oro en cada registro escolar o para los empleos nuevos.
Eso significa que los gobernantes solamente piensan en función del dinero y no de las necesidades de la gente.
Y esa actitud, deveras, ya no es válida.
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