Abstencionismo y jóvenes
Una acendrada vocación
Los jóvenes siguen siendo el sector de población cuyo desinterés electoral, como siempre, no deja de llamar la atención. Por ejemplo, hoy mismo, es posible tomar nota de consideraciones que ponen el acento en el modo abstencionista de la juventud, lo que, insístase, no es ninguna novedad.
Por eso sorprende que una vez más se ponga en el tapete de la conversación pública la acendrada vocación abstencionista de la juventud. Aunque, quizá un término más correcto que se podría utilizar al respecto, sería indiferencia. O quizá otro más directo como desdén, que debe ser primo o hermano de uno más que tiene que ver con el desprecio.
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Al final, lo cierto es que en el marco de cada proceso electoral que se lleva a cabo, sin que importe su rango o jerarquía, sale a relucir el tema del desgano o franco rechazo de los jóvenes por la política y su vertiente electoral. Surgen entonces preocupaciones muy sentidas o quejumbrosas porque rápidamente ganan notoriedad las estadísticas que ponen de relieve la apatía del conglomerado juvenil para apersonarse en las urnas.
Vale reiterar que una historia como la anterior no es nueva. Lo que pasa es que cada calendario electoral se posiciona en el ánimo público con tono de lamento o pesar, como si la conducta a la que se alude representara algo así como el principio del fin del mundo para mañana a mediodía. No debe ser para tanto, como ciertamente no lo es.
El histórico y vistoso abstencionismo electoral de los jóvenes en un país como el nuestro, no es precisamente un problema de ellos como sector poblacional en particular. Se trata más bien de la resultante de un largo estado de cosas políticas y de gobierno vistas y sentidas en el país a lo largo de los años, con cargo a un sistema partidista agotado, con el añadido pesaroso de que todavía no está del todo perfilado qué es lo que sigue y cómo habrán de ser las cosas al respecto.
Es claro, entonces, que en el largo ínter en que se produjo un esquema como el descrito, el desencanto o el desprecio electoral de los jóvenes surgió, creció y se arraigó hasta tornarse incluso histórico en términos generacionales, un poco o un mucho también hasta por decreto no escrito y con suficiente e impresionante motivación de hechos. Llama la atención que hasta ahora no ha sido posible política o sociológicamente convencer a los jóvenes de este país, para que terminen con la veda electoral que como sector poblacional han venido protagonizando en diversas etapas históricas.
Hoy estamos en una más de esas etapas con el obvio exhorto de por medio para que la juventud asuma acudir a las urnas el próximo mes de junio a depositar su voto por partidos y candidatas y candidatos de su predilección. Debe ser creíble que, si como es común decir que por la víspera se saca el día, el proceso electoral en marcha no tendrá la participación de quienes por su juventud todavía tienen menos años de vida a cuestas.
Allí está un reto de formidables alcances para remontarlo con resultados que beneficien la salud política y democrática de un país como el nuestro. Aunque tiene que admitirse que debe ser más o menos fácil plantear o suscribir consideraciones como las anteriores. Al final de todo, el problema sigue estribando en cómo convencer a los jóvenes de que no dejarán de ser lo que son y como son si acuden precisamente a votar.
Al contrario, puede y debe ocurrir que vigoricen ese modo de ser al votar a favor o en contra de una determinada formación política y sus candidatas o candidatos. En principio, a eso se reduce todo el chiste (por decirlo así tan coloquialmente) de acudir a las urnas el día que corresponda. Pero no puede negarse que en contra de estos señalamientos, existe toda una larga tradición de actitud juvenil política que no debe ser posible cambiar de un día para otro, nada más por el simple hecho de que haya pronunciamientos en ese sentido.
El asunto es mucho más serio que eso y así hay que entenderlo en calidad de mientras. Tiene que ver con una forma de cultura política que ha crecido en los ámbitos juveniles como una forma de mostrar su desacuerdo con un determinado estado de cosas y con quienes lo han hecho posible políticamente hablando. Por allí acaso se encuentre la luz necesaria para entender un estado de cosas como el descrito. En efecto…
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