Palacio Municipal de Cajeme funcionaba sobre una cantina ¡Para Ripley!
De acuerdo al libro Retrospectiva de Cajeme del periodista Sergio Anaya, las oficinas fueron consideradas por Ripley como algo único en todo el mundo
Un bar representa un espacio de recreación enfocado en beber cerveza y licor para pasar un rato de esparcimiento; en él se platica, se convive, se canta, baila y se cierran tratos.
El sonido de las botellas y el humo otorgaban un ambiente particular al entonces Palacio Municipal de Cajeme, algo que fue catalogado por Ripley (De la reconocida frase ¡Aunque usted no lo crea!,, una cadena estadounidense que abordaba acontecimientos curiosos y extraños ocurridos en el mundo), como insólito e inusual, al ser el único ayuntamiento del mundo que tenía sus oficinas arriba de una cantina.
Dicho hecho, es relatado por el periodista e historiador Sergio Anaya en su libro Retrospectiva de Cajeme.
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Fue en la década de los cuarentas, durante el periodo 1946-1949 cuando se vivió esa etapa en el municipio, cuando gobernaba como Presidente Municipal Vicente Padilla Hernández.
Bajo su gestión, Álvaro Obregón cambio la fisonomía de pueblo a ciudad, al instalarse el sistema de drenaje y agua potable, además, durante su gobierno se compró una motoconformadora para el arreglo de las calles que en ese entonces eran de terracería.
Además, Vicente Padilla Hernández fue el encargado de realizar las negociaciones para iniciar con la construcción del actual Palacio Municipal que se localiza en la calle 5 de Febrero, entre Hidalgo y Allende. Inmueble que fue inaugurado por el general Miguel Guerrero Verduzco, el 31 de diciembre de 1949.
UN EDIFICIO SINGULAR, LLENO DE HISTORIA
El edificio que funcionaba como oficinas de Palacio Municipal, previo al recinto actual, se ubica en la calle Guerrero esquina con callejón Colombia en medio de las calles Sonora y Chihuahua, en el primer cuadro de Ciudad Obregón, Sonora.
El inmueble consta de tres pisos; en la planta baja el ambiente era uno "singular", al ofrecer los servicios el bar “La Minerva”; en el primer piso se encontraban las oficinas del Palacio Municipal y el segundo estaba destinado para cuartos de un hotel.
Actualmente, gran parte de la edificación luce en ruinas; paredes dañadas por el tiempo, imagen que evoca la nostalgia por el Cajeme de ayer.
El bar “La Minerva” aún sigue operando. A un costado se encuentra una notaría pública, mientras que el primer piso y planta alta son solo vestigios que quedan de una construcción que otorgó desarrolló al municipio de Cajeme, al tomarse decisiones que se tradujeron en su crecimiento y prosperidad.
Es así como en los años cuarentas, el Palacio del Municipio de Cajeme fue uno lleno de color, olor y sabor, al ser impregnado por un ambiente singular al tener una cantina debajo del inmueble.
Incluso se dice que por las tardes al concluir su jornada laboral, los funcionarios municipales subían hielo y cerveza en una cubeta que jalaban con una cuerda hacia las oficinas que ocupaban.
El precario estado en el que se encuentra el inmueble es hoy un claro ejemplo del olvido institucional del Cajeme de ayer, su historia y todo lo que ha representado a lo largo de más de sus cien años de historia. Una historia destinada a desaparecer y con ello, los edificios que aún prevalecen.