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Mi nombre es Lucas


Ese día llegó Martín a mi casa, venía a saludar a mi patrón y a su novia. Yo solo era uno más en esa casa, pues tenían otros perros y a mí ni caso me hacían, y, lo que es peor, sus otros perros me daban infierno por ser yo el más pequeño de la manada. Recuerdo que me agradó con solo verlo; era risueño yparecía bonachón. En cuantome acarició el lomo, sentí que me quería. Esa tarde no me despegué de él. Si salían al patio a tomar cervezas, me iba tras él y me echaba en su regazo. Fue una especie de amor a primera vista. Tanto, que ya en la noche para irse, mi amo le dijo que si quería me llevara consigo a su casa. Él no lo pensó mucho, y tras despedirse me subió al carro.

Ese día llegó Martín a mi casa, venía a saludar a mi patrón y a su novia. Yo solo era uno más en esa casa, pues tenían otros perros y a mí ni caso me hacían, y, lo que es peor, sus otros perros me daban infierno por ser yo el más pequeño de la manada. Recuerdo que me agradó con solo verlo; era risueño yparecía bonachón. En cuantome acarició el lomo, sentí que me quería. Esa tarde no me despegué de él. Si salían al patio a tomar cervezas, me iba tras él y me echaba en su regazo. Fue una especie de amor a primera vista. Tanto, que ya en la noche para irse, mi amo le dijo que si quería me llevara consigo a su casa. Él no lo pensó mucho, y tras despedirse me subió al carro.


Anduvimos por las calles un buen rato, hasta que llegamos a su casa. Yo estaba contento de cambiar de hogar, aunque no sabía qué me esperaba en esa nueva casa…

En cuanto llegamos comencé a husmear todo el lugar. Todo se veía bien, salvo que no tenían casi espacios con tierra, como a mí me gusta. Al ratito, salió su mamá y tras ella su papá. A la mamá no le causó mucha gracia mi llegada, pero al papá, sí. De inmediato me cargó y preguntó mi nombre. Se llama “Lucas” le contestó Martín. Y él se rio. ¿Lucas? Qué raro nombre, dijo, y pasamos todos a la sala. Después prendieron la tele y ahí estábamos los cuatro. Yo estaba nervioso pues ni idea de cómo serían ellos; o si me darían cosas ricas de comer y dónde sería mi lugarcito. Al caer la noche, me pusieron una cobija en la cochera.

En la mañana, en cuanto salió el sol, el papá de Martín, Ramón, salió a buscarme… ¿¡Lucas!? ¿¡Lucas!? Gritó y corrí a saludarlo. Me sirvió leche en un tazón y se puso a acariciarme. Y así empezó una historia de más de catorce años de mucho cariño entre nosotros. Me hicieron parte de la familia.

A los días ya estaba durmiendo adentro de la casa, y a las semanas en el cuarto de Martín o de sus papás. Los llegué a conocer tanto que yo sabía si estaban tristes o alegres. Parece como que necesitaban a alguien a quien chipilonear, y ese era yo. Era el consentido. Nunca me faltaba nada; ni comida, ni cariños, ni juguetes.

Cuando me hice viejo me comenzó a fallar la pata izquierda. Ya no podía subir a las recámaras. Luego perdí los dientes y me comenzaron a dar croquetas remojadas en leche o en caldo de carne. Ahí cómo podía seguía haciéndoles fiestas cada vez que llegaban a la casa, aunque solo hubieran ido a la tienda de la esquina. En cuanto llegaban y abrían la puerta del porche para entrar, aullaba y brincaba. Eran ladridos de emoción.

Cuando se acercaba la Navidad me ponían suéteres. Ellos sabían que los cuetes me daban mucho miedo. También me regañaban de repente, pero nunca guardé rencores y en cuanto me volvían a extender la mano, ahí estaba yo para jugar. Hubo veces que me llegué a perder en la misma colonia, junto con un compañero que luego también adoptaron en mi casa, pero siempre volvíamos o nos iban a buscar y nos traían en el carro.

Lo único que hacía que podría enojar a mi amá o a mi apá era que a veces me orinaba adentro de la casa y no afuera...y cuando me regañaban aceptaba mí culpabilidad y me perdonaban. En tiempo de frío, en cuanto oscurecía, nomás me preguntaban "¿te quieres acostar?" y en cuanto me asomaba, de volada me tendían unas cobijas que tenía.

En tiempo de calor, amaba que me bañaran. Un día antes de que me muriera, me bañaron y los oí decir “qué bañadito se fue el Lucas”.

Ese día me llevaron a enterrar en cuanto expiré. En el camino me iba hablando mi papá. Me sepultaron al lado de un árbol. Llevaron una pala y él mismo cavó el hoyo, y se quedó un rato más, ahí despidiéndose después de enterrarme.

Cuando me estaba muriendo mi apá fue por mi amá y le gritó "ven, despídete del Lucas ya se está muriendo". Ahí estaba en el tercer escalón. Y mi apá me decía "¿te querías despedir, Luquitas por eso estabas subiendo y no te hacía caso?".