Recientemente se anunció que, a partir de diciembre de 2025, la plataforma de Inteligencia Artificial más usada del mundo, permitirá a usuarios adultos generar contenido erótico. En México representa aproximadamente 4.1% del tráfico global, y si consideráramos los poco más de 800 millones de usuarios semanales globales estimados, eso implicaría aproximadamente 32-33 millones de usuarios por semana en México.
Para muchos, parece un avance más dentro del vertiginoso desarrollo tecnológico. Para otros, una señal de alarma moral y cultural. Para nosotros, discípulos de Cristo, este es un momento para reflexionar con serenidad, verdad y esperanza: ¿qué significa esta noticia para la vida espiritual y moral del cristiano de hoy?
No abordamos aquí un simple cambio de normas tecnológicas. Se trata de algo más profundo: la formación de las conciencias, la dignidad humana, la mirada que ofrece la fe sobre el cuerpo y el amor. En tiempos de virtualización de la vida afectiva y sentimental, la Iglesia nos invita a una mirada luminosa, firme y misericordiosa.
LA RAÍZ DEL PROBLEMA NO ES LA TECNOLOGÍA: ES EL CORAZÓN
Cristo lo dijo con claridad sorprendente: "De dentro del corazón del hombre salen los malos pensamientos... las impurezas". Marcos 7,21.
La tecnología no inventa nuestras tentaciones; sólo las amplifica, las acelera y las hace más accesibles. Por eso el cristiano no puede limitarse a juzgar "la pantalla": debe examinar el corazón. La pureza cristiana no es represión sino integración —un corazón unificado por el amor auténtico, no dividido por deseos que esclavizan.
El Catecismo de la Iglesia Católica (CEC, abreviatura por sus siglas en latín) nos recuerda: "La pureza exige el pudor, que es parte integrante de la templanza. El pudor preserva la intimidad." CEC 2521–2522 y más aún: "El combate por la pureza pasa por el combate de la fe". CEC 2520
En otras palabras, esta conversación no es meramente moral; es profundamente espiritual.
EROTISMO DIGITAL: PLACER SIN PRESENCIA, DESEO SIN DONACIÓN
Vivimos en un tiempo donde la soledad y la hiperconexión conviven. Muchos buscan compañía en pantallas, atención en redes y consuelo en simulaciones. Ahora se suma un nuevo fenómeno: la ilusión de intimidad generada por algoritmos. Se promete placer sin compromiso, compañía sin riesgo, satisfacción sin relación. Pero el corazón humano fue creado para algo más grande.
San Juan Pablo II enseñó maravillosamente: "El ser humano es llamado a la comunión.", Teología del Cuerpo, Audiencia 2
El cuerpo humano no es un accesorio del alma: es su expresión visible. La sexualidad no es entretenimiento: es lenguaje de amor. Fabricar erotismo artificial degrada la sexualidad al convertirla en experiencia sin persona, deseo sin entrega, cuerpo sin alma.
El Catecismo es categórico: "La pornografía... ofende la castidad, porque desvirtúa el acto conyugal... lesiona la dignidad de quienes participan y a espectadores". CEC 2354
Algunos dirán: "no es pornografía, es erotismo artístico o emocional". Pero si alimenta la concupiscencia, desordena el corazón y reduce al otro a objeto —aunque sea un "otro" artificial— entonces no conduce a la virtud.
¿POR QUÉ IMPORTA TANTO LA PUREZA DEL CORAZÓN?
Porque en el plan de Dios, la sexualidad no es simple biología, sino vocación de amor. Amar significa donarse, no consumirse. Construir, no usar. El Concilio Vaticano II lo expresó con belleza: "El hombre... no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino en la entrega sincera de sí". GS 24.
Y Jesús nos prometió una recompensa impresionante: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios". Mateo 5,8.
La pureza abre los ojos del alma. El pecado nubla la vista interior.
VERIFICACIÓN DE EDAD: NECESARIA PERO INSUFICIENTE
Las empresas involucradas prometen controles estrictos para evitar acceso de menores. Es necesario. Pero incluso si la tecnología funcionara sin fallas —y sabemos que no existe tecnología infalible— seguiría quedando lo más importante: la formación moral y espiritual de adultos y jóvenes.
@ La batalla por la pureza no se gana con filtros digitales.
@ La libertad no se conquista con software, sino con virtud.
@ El deseo no se ordena con algoritmos, sino con gracia y esfuerzo interior.
San Pablo nos advierte con amor: "Todo me es lícito, pero no todo me conviene... no me dejaré dominar por nada". 1 Cor 6, 12.
No se trata de preguntar "¿puedo?", sino "¿me hace libre?" y "¿me hace amar mejor?".
EL CRISTIANO NO RENUNCIA AL MUNDO DIGITAL... LO ILUMINA
Ser católico hoy no significa huir de la cultura, sino transformarla desde dentro, con una presencia limpia y firme. No basta evitar el mal; estamos llamados a proponer el bien. La Iglesia no es enemiga del cuerpo ni de la sexualidad; es guardiana de su verdad luminosa. Por eso dice: "La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona." CEC 2337, y "La pureza del corazón nos permitirá ver a Dios." CEC 2519. No es prohibición; es promesa.
ELEGIR LO QUE EDIFICA
Cada clic construye o destruye interiormente. Cada mirada forma o deforma el corazón. Cada decisión fortalece la libertad o alimenta la esclavitud. Te invito a una pregunta sencilla y profunda: ¿Esto me ayuda a amar mejor?, Si la respuesta es no, no lo mereces; tu corazón está hecho para más.
Elegir lo que edifica no es sólo evitar lo que hace daño; es abrazar lo que ennoblece el alma. Somos el fruto de nuestras elecciones, y cada paso hacia la verdad, la belleza y el bien nos configura más a la plenitud para la que fuimos creados.
Que cada día podamos decir: "Señor, haz mi corazón semejante al tuyo y enséñame a elegir lo que conduce a la vida". Porque, cuando eliges lo que te hace amar más y mejor, no renuncias, ganas el cielo que empieza dentro de ti.
ORACIÓN
Señor Jesús, que conoces nuestros deseos y nuestra fragilidad, purifica nuestra mirada y nuestro corazón.
Danos libertad interior, pureza que libera, fortaleza para elegir el bien, y amor verdadero para entregar y recibir.
Haznos testigos luminosos en el mundo digital, constructores de comunión, guardianes de la belleza del cuerpo humano y heraldos de tu Evangelio de amor.
María, Madre Purísima, cúbrenos con tu manto.
Amén.




