Hoy: aranceles sí o no

Los vecinos México-EU

Por: Gerardo Armenta

Hoy puede ser (o será) el día de los aranceles contra México. Cabría esperar tanto una cosa como la otra. Aunque toda la víspera acaso apunte a que Donald Trump se saldrá con la suya, dicho sea, literalmente. Este singular mandatario de Estados Unidos no parece tener muchos temas en qué ocuparse. Para él todo se relaciona con aranceles. Amenaza con esta medida a propios y extraños. Amigos o no.

 Según él, así salvará a su país de los "abusos" de que es víctima por parte de quienes se aprovechan de la ingenuidad e indefensión norteamericana. Es absurdo que el jefe de la principal potencia mundial de hoy suscriba esta clase de quejas o reclamaciones. Las cosas tendrían que ser precisamente al revés. Es decir, las quejas deberían a estar cargo de los interlocutores norteamericanos.

Si bien, Estados Unidos y México nunca han sido los mejores amigos del mundo, a pesar de la histórica cercanía (de pasos, podría decirse) que distingue a los dos países. Existe un tratado comercial entre ambas naciones y una más, Canadá, igualmente cercana en la geografía (más para Estados Unidos). Y vaya manera en que, recién llegado a la Casa Blanca, empezó a maltratar a sus vecinos y socios. No tuvo, ni ha tenido consideración, para esta doble modalidad.

A los canadienses no deja de hacerles ver (entre serio y broma) que bien podrían pasar a formar parte de un nuevo Estado de la Unión Americana. Así como se oye. En Canadá a nadie se le ha ocurrido (ni siquiera a Justin Trudeau, todavía Primer Ministro de ese país) convertirse en estadounidenses el día de mañana). A México lo culpa enteramente de modos y actitudes que bien podrían resolverse como parte de una estrategia bilateral asumida con seriedad, en lugar de los modos ofensivos y ligereza de juicios que distinguen la actitud del mandatario norteamericano.

La novelita de los aranceles la inauguró Trump a costillas de los socios comerciales de su país. ¿A quién se le ocurre una actitud de esta naturaleza? Pues a quien supone que no tiene socios de años (y hasta obligados por un tratado) y mucho menos amigos unidos por la geografía. Nunca, históricamente, ha debido ser fácil para un país como el nuestro tener la vecindad de un gigante en todos sentidos como Estados Unidos. Sin embargo, mal que bien la historia respectiva ha podido ser escrita, si se quiere con altas y bajas.

Con Trump, empero, la perspectiva y la rutina se tensaron de buenas a primeras. A partir de hoy podría ser la aplicación de aranceles. Pero en la agenda conjunta existen otros temas que bien podrían ser motivo de tensiones. En realidad, tal es el estilo de Trump, propio de quien se asume como gobernante de una nación extraordinariamente poderosa, sin que sea la única en el mapa global del mundo de hoy. Aparte, cabría también pensar que el presidente norteamericano no sabe todavía que su personal modo de ser, hostil y agresivo sin que necesariamente venga al caso, no puede representar una conducta habitual frente a toda clase de interlocutores.

Un caso muy ilustrativo es el modo en que terminó un reciente encuentro en la misma Oficina Oval de la Casa Blanca que Trump tuvo con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, a quien le gritó como si se tratara de un empleado suyo. Aparte, le formuló dos terribles acusaciones: "jugar con millones de vidas" y arriesgar el inicio de una Tercera Guerra Mundial. Y todo se lo dijo en la propia cara del aludido y en un mítico lugar de la política norteamericana como es la Oficina Oval, es decir, el clásico despacho de un presidente norteamericano, donde, por lo visto, históricamente todo mundo suele comportarse con toda propiedad, mientras son peras o son manzanas.

Pero esta vez el histórico protocolo que impera en ese afamado lugar quedó añicos y por eso le fue como en feria al presidente de Ucrania. Prácticamente Zelensky no tuvo mucha oportunidad de hablar porque simplemente no le dieron oportunidad de que lo hiciera. Tampoco tuvo tiempo de firmar un acuerdo con su anfitrión. Antes debió abandonar la Casa Blanca. Y quién sabe si algún día volverá. El episodio puede ser todo lo anecdótico que se quiera. Pero de todas maneras hace pensar en modos políticos que no tendrían razón de ser.

armentabalderramagerardo@gmail.com


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