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Las Plumas

Escuelas y mundo rural

Una seria problemática

Escuelas y mundo rural

Podría resultar un tanto problemático asumir, de buenas a primeras, que un renglón como el escolar sigue teniendo tremendos hoyancos en un país como el nuestro. Es así porque, como bien se sabe, el aludido es un quehacer gubernamental ubicado en alta estima a la luz de evidencias ciertamente reconocibles en más de un sentido. Aunque no todo puede ser perfecto, por desgracia.

De este modo, es claro que en un institucional esquema de beneplácito escolar, puede resultar de alguna manera altisonante asumir que, por ejemplo, en el sur del estado faltan escuelas. Sin embargo, el señalamiento es cierto. Debe subrayarse que esa carencia de instituciones educativas se advierte con mayor certeza en las comunidades rurales con mayor marginación existentes en esta parte de la geografía estatal.

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En cierto modo, una evidencia como la anterior siempre ha sido lamentablemente propia de tales demarcaciones, de suyo olvidadas casi por siempre de toda acción gubernamental real de beneficio general, aunque eso sí, muy socorridas por la demagogia del más diverso color partidista. Tal es el eterno drama existencial de esos lugares, cobijados casi siempre de suyo por la palabrería ofensiva y mentirosa que a menudo resuelve todo sin resolver nada.

El caso es que, al tenor de un apreciable trabajo periodístico publicado por Diario del Mayo, se toma nota de que, ciertamente, en las comunidades rurales más atrasadas del sur sonorense, condición que básicamente representa su principal afectación de vida, en algunas no hay escuelas, y donde no las hay, no tienen maestros. En la sierra de Álamos, entre los guarijíos, el problema se afronta con entereza y dignidad. Allí “bastan” unos cuantos mesabancos y un pizarrón al aire libre para “habilitar” una escuela que reciba a unos cuantos niños.

En una comunidad llamada San José, cercana a San Bernardo, no existe un centro escolar propiamente dicho. Por eso las clases se brindan en el exterior de una casa. Vale atender las siguientes palabras: “Aquí no tenemos un aula donde dar clases. Ya hemos pedido escuelas para los niños. Nadie nos atiende. Aunque parezca asombroso”. Así habló María Delia Rodríguez, maestra de Educación Inicial en la comunidad. También opinó al respecto José Luis Germán Espinoza por parte del Movimiento por la Inclusión Indígena en el sur de Sonora.

A su modo de ver, que es muy de tomarse en cuenta, Germán Espinoza señaló que las condiciones físicas de las escuelas del área rural, dejan mucho que desear. Por esta razón, dijo, no resultan atractivas para los niños y jóvenes. Y es que tampoco brindan una educación integral, añadió. A continuación, describió que el proceso enseñanza-aprendizaje se debe complementar con una mejor educación artística, cultural y deportiva, así como con biblioteca, laboratorios, deporte y otros aspectos, nada de lo cual existe en algunos planteles.

Sin embargo, habría que ver cuáles planteles educativos de la zona rural sureña tienen realmente como parte de su oferta educativa aspectos como los señalados anteriormente. Lo ideal sería que dispusieran por lo menos con algunos añadidos escolares que es preciso asumir como fundamentales en un proceso de formación bien llevado. Pero ha de ser evidente que en estas alturas falta todavía mucho para que se arribe a esos niveles de enseñanza en ámbitos educativos como los descritos en estos renglones.

A nadie se le puede escapar que, histórica o prácticamente hablando, las comunidades rurales del sur de la entidad (como seguramente también las del norte) son las que de suyo más sufren o padecen el abandono de políticas educativas más o menos formales. Empero, su alejamiento territorial del mundo urbano no debería ser la razón que explique la situación institucional por la que atraviesan, en lo que bien podría entenderse como un abandono que igualmente se da en otros muchísimos quehaceres fundamentales para una justiciera y debida existencia.

El problema a que se alude no es novedoso bajo ninguna circunstancia. Lo llamativo sería que se tomara la decisión de abordarlo frontalmente de una buena vez y empezar a resolver así la gran deuda social y económica que desde siempre se ha tenido con el mundo rural del sur de la entidad. Este es un compromiso que suele abordarse con mucha emoción en los discursos. Pero lo cierto es que en los hechos es poco o nada lo que las palabras oficiales al respecto dejan o permiten traslucir. Hoy como ayer, existe un gran compromiso de atención con quienes hacen vida en un ámbito distinto al muy conocido y propiamente urbano.

Valdría la pena no perder de vista este señalamiento…

armentabalderramagerardo@gmail.com