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Las Plumas

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

Las autoridades de Austria tuvieron razón al negarse a prestar el llamado penacho de Moctezuma al régimen presidido por López Obrador


Pomponona le contó a su vecina: "Estaba yo en compañía de cuatro amigos, y nos sobrevino un súbito accidente". "¿Qué accidente fue ese?" -se preocupó la vecina. Dijo Pomponona: "Se quebró la cama en que nos encontrábamos". (En el argot del bajo mundo de la Ciudad de México el consorcio carnal de un hombre con varias mujeres recibía el extraño nombre de "pompino", según definió mi paisano coahuilense Armando Jiménez en su "Tumbaburros", diccionario de términos vulgares. No registró él, sin embargo, ningún nombre para el caso de Pomponona, el de un acto sexual de una mujer con varios hombres. Esa omisión me lleva a recordar de nuevo a aquel chino de pasados tiempos que tenía cuatro esposas. Cuando Pearl S. Buck, la célebre escritora norteamericana, le preguntó por qué no había mujeres chinas que tuvieran cuatro maridos, respondió el oriental: "He visto muchas jarras de té con cuatro tazas, pero jamás me ha tocado ver una taza de té con cuatro jarras"). "En la noche de bodas, al final de nuestro primer acto de amor, mi marido me dijo tres palabras muy hermosas". Ése relato le hizo Dulcilí a su amiga Susiflor. Preguntó ella: "¿Qué palabras fueron ésas?", Replicó Dulcilí: "Me dijo: 'Te amaré eternamente'". Seguidamente narró Susiflor: "En la misma ocasión, también al final del primer acto de amor en nuestra noche de bodas, mi marido me dijo tres palabras aún más hermosas". Quiso saber Dulcilí: "¿Cuáles fueron esas palabras?". Contestó Susiflor: "Me preguntó: '¿Quieres otra vez?'". Cierto señor pasó a mejor vida. En su velorio la inconsolable viuda sollozaba desgarradoramente: "¿Por qué te fuiste, Clodomeo? ¡Nadie podrá llenar el enorme hueco que dejas!". "Comadrita -le sugirió en voz queda la mujer que estaba al lado-. Que la pena que siente en estos momentos no la haga revelar intimidades". Aquel tipo estaba en una cama de hospital vendado de pies a cabeza igual que momia egipcia. Un amigo que fue a visitarlo le preguntó, consternado al verlo en tal situación: "¿Qué te pasó?". Respondió el otro con voz apenas audible: "Vionos". "¿Vionos? -repitió el amigo-. ¿Es algún virus, bacteria o microbio letal?". "No -precisó el lacerado-. Estaba yo con una mujer casada, llegó el marido y vionos". Las autoridades de Austria tuvieron razón al negarse a prestar el llamado penacho de Moctezuma al régimen presidido por López Obrador. Yo he visto en Viena esa espléndida joya prehispánica. Está magníficamente expuesta, con toda suerte de cuidados. Traer hasta acá el tal penacho habría significado exponerlo a graves riesgos, tomando en cuenta su antigüedad y su delicadeza. También existiría el peligro de que el gobierno de la 4T se negara después a devolver ese precioso objeto alegando reivindicaciones nacionales, y que exigiera del gobierno austriaco una disculpa por haber retenido el penacho durante tanto tiempo. Quien conozca la calaña de algunos de los "historiadores" cercanos al más cercano círculo del poder no descartará la eventualidad de una intentona así. Yo de mí sé decir que si invitara a cenar a esos señores contaría los cubiertos de la mesa antes y después de la cena, y contrataría solamente meseros hombres para atender por lo menos a uno de los invitados. Pero un riesgo mayor advierto: que López Obrador quisiera ponerse el penacho para presentarse con él en sus conferencias mañaneras y en otras comparecencias públicas. Por lo anteriormente dicho qué bueno que los austriacos no quisieron prestar el penacho. En su lugar yo habría hecho lo mismo, y habría exigido además una disculpa a AMLO y sus sedicentes historiadores por el detalle aquel de Maximiliano. FIN.