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Don Cande


Cuando me dicen que alguna persona “está bien loca”, de inmediato la quiero conocer, y ya hacía tiempo que muchos afirmaban que don Cande, un señor que vive a la vuelta de mi casa, estaba bien tocadiscos, así que ayer en la tarde me encaminé hasta su casa y toqué a su puerta. Pasaron unos minutos y nada. Justo cuando me daba la media vuelta para retirarme, escuché que la puerta se abrió. Se oía música sonando, algo de jazz clásico, creo que era Miles Davis. Quizá por eso no escuchó que tocaba la puerta y tardó en abrir.

Cuando me dicen que alguna persona “está bien loca”, de inmediato la quiero conocer, y ya hacía tiempo que muchos afirmaban que don Cande, un señor que vive a la vuelta de mi casa, estaba bien tocadiscos, así que ayer en la tarde me encaminé hasta su casa y toqué a su puerta. Pasaron unos minutos y nada. Justo cuando me daba la media vuelta para retirarme, escuché que la puerta se abrió. Se oía música sonando, algo de jazz clásico, creo que era Miles Davis. Quizá por eso no escuchó que tocaba la puerta y tardó en abrir.

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Al voltear, vi de frente a don Cande. Él no mostró ningún gesto en su cara; hasta que comenzó a reírse, pero en serio. Entonces me invitó a pasar y me condujo hasta una terraza. En el ambiente se respiraba un extraño olor a hierbas; parecía una mezcla de romero con jazmín y no sé qué otro tipo de frutas y flores, nada desagradable, por cierto, pero sí extraño. Me arrimó una silla, y se sentó en su poltrona. Frente a él, tenía un pichel con naranjada y hielos, además de una magnífica vista del atardecer. Hasta entonces me preguntó qué se me ofrecía. Que si cuál era el motivo de mi visita. No, le dije, yo vine porque me dijeron que a usted le gustaba mucho conversar…que acostumbraba a hablar de cosas muy interesantes…

—Ja, ja. Ja. Ja, ja —se echó a reír, Ja, ja, ja, ja, ja. — ¿Cómo crees eso?, me preguntó…

—Al contrario; cuéntame tú, lo que gustes— dijo.

Bueno, siendo así, desde su punto de vista—pregunté—, ¿por qué no somos felices?

¿Somos?—difirió. Yo sí soy feliz. Al menos vivo en paz conmigo mismo…

¿Y cómo le hace para lograrlo?

—Mira, sencillamente vivo agradecido con todo lo que me pasa y con lo que he vivido. He sufrido mucho, cómo todos, pero me queda muy claro que así es la vida, y preferí alabar al cielo por mí destino que reclamarle a la tierra por mis desventuras. Evito juzgar todo, todo el tiempo, porque los prejuicios te envenenan el alma. Todo tiene una razón inevitable. Al parecer todo es un caos, pero el equilibrio sólo se tiene en el embrollo del devenir…

Al hablar pelaba unos ojotes, y no dejaba de tener en su boca una sonrisa fruncida, que cambiaba sólo cuando tomaba de su bebida.

También—insistió; hay que valorar el deseo de vivir lo más constantemente posible despiertos y siempre estar aprendiendo. Hay que vivir conectados con todos los seres animados, en una aspiración de amar y de servir. Admito que antes no pensaba así— se puso serio—, pero durante muchos años en la autocomplacencia de mis instintos, me sumí en el ego, lo que hizo que mi mundo se tornara gris. La luz de la gracia, no la conocía. Pensé que esto que llamamos vida, no era más que una pesadilla y que no me quedaba de otra que sólo ver pasar las hojas del calendario, temiendo un final incierto. Estaba equivocado. La Palabra del Señor, es el único camino. Créeme, ya caminé por muchos otros caminos. No es fácil de seguir, pero vale la pena intentarlo. Por eso te digo: “Lo irreal no existe. Lo real, es indestructible; en eso radica la paz del cielo” y una buena forma de acercarse a esto, es sirviendo a los demás. Dar sin esperar nada a cambio. Disfrutar esta chispa divina en el infinito celestial.

Él hablaba y hablaba, y yo le contestaba con mis ojos. Aproveché el primer silencio para despedirme. Le dije adiós.

Me acompañó hasta la puerta, y al cerrarla pensé que don Cande, no estaba tan loco como decían los vecinos, y caminé hacia donde estaba cayendo el sol, rumbo a mi hogar.

“Si alguien quiere sobrevivir tendrá que estar un poco loco” Seal