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Del amor a los golpes: la historia de Elena


Ella, la muy aventada, (dirían sus amigas), se dio a la tarea de conseguirse un novio a como diera lugar.  Hacía mucho tiempo que soñaba con encontrar un hombre que llenara el espacio que su padre nunca ocupó, pues desde que era una niña su padre las abandonó a ella, a sus dos hermanas y a su madre.  Nunca supieron nada más de él.

Ella, la muy aventada, (dirían sus amigas), se dio a la tarea de conseguirse un novio a como diera lugar.  Hacía mucho tiempo que soñaba con encontrar un hombre que llenara el espacio que su padre nunca ocupó, pues desde que era una niña su padre las abandonó a ella, a sus dos hermanas y a su madre.  Nunca supieron nada más de él.

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Su idea era encontrar un hombre “de verdad”, que la mimara y la acompañara por los caminos de la vida sin olvidar, por supuesto, las cosas del amor. Su madre siempre le aconsejó que no se dejara engañar por las palabras bonitas que los hombres suelen decir con tal de poseerlas. Le decía que no olvidara que, de la misma manera que los animales, los hombres siempre estaban pensando en meterle mano y acostarse con quien cayera en sus redes. Le aseguraba que no era necesariamente porque fueran malos, sino que era su misma condición de machos, lo que genéticamente los motivaba a aparearse cuanto les fuera posible, con tal de preservar la especie.

Claro que para Elena las palabras de su madre eran las palabras de una mujer dolida que no entendía las cosas del amor, por lo que caían en saco roto.

Elena y sus hermanas estudiaban en la secundaria pública de la colonia.  Los salones eran mixtos, lo que le facilitó las cosas para conocer a un varón. Ella, además de bonita era simpática, así que no le faltaban pretendientes.

Entre todos, escogió al Henry, un joven que prefería las canchas deportivas que los salones de clases. A él también le gustó Elena y se hicieron novios.

Luego, luego se sintió profundamente enamorada del Henry y todo le parecía color de rosa. No tenía ojos más que para él, y pasaba su tiempo libre haciendo algo para agradarlo. Ya se pintaba el pelo; se maquillaba de estudio; hacía ejercicio; se ponía a dieta, mientras que el Henry se dedicaba a disfrutar de su compañía. Él sabía lo que tenía.

A los meses de relación, comenzaron los problemas, pues a Henry se le prestaba tener varias noviecitas a la vez. Total, ellas así lo aceptaban, decía. Para Elena esto no era ninguna gracia, pero su ideal podía más que su razón, y con un juego de palabras y un beso todo quedaba arreglado.

Junto con la preparatoria les llegó el aviso de que la cigüeña los visitaría. Ella hizo hasta lo imposible por darle un padre a su hijo y convenció a Henry de que se casaran. Así lo hicieron.

Su vida junta se fue llenando de conflictos y cada vez que se podía él le reclamaba, diciéndole que por su culpa había perdido su carrera de deportista y la agredía diciéndole que él era para ser libre. Ella lloraba, y entre más lloraba, más se enojaba él. De los gritos pasaron a los golpes. Henry era fuerte y cualquier empujón la ponía a rodar en el suelo.

Una noche Henry no llegó a dormir a su casa. Elena lo esperó durante 24 horas en la entrada. Cuando llegó, venía borracho, lo que molestó mucho a su esposa. Le gritó y le reclamó que si dónde había estado; el sólo le contestó que no lo avergonzara enfrente de sus amigos y de los vecinos; de un jalón la metió y comenzó a golpearla contra la pared. Se volvió loco. El coraje y la sangre lo trastornaron. La mató a golpes sin piedad, mientras en el cuarto el bebé de ambos lloraba desconsolado.