
"Si un cliente me llamaba a las 11 de la noche, estaba obligada a contestar, siempre debía tener el teléfono celular a la mano y estar pendiente de los comunicados de la empresa", comentó.
Terminaba su jornada de 8 horas y al llegar a su casa continuaba trabajando en crear nuevas estrategias de ventas y llamar a sus clientes para conservar su cartera.
"Luego me casé y seguí con el mismo ritmo de trabajo, tuve un bebé y no lo atendía como debía, un día al ir manejando mi carro e ir viendo las nuevas metas que nos enviaron del trabajo por WhatsApp, choqué; a mi bebé no le pasó nada por fortuna, a mi sí, quedé lastimada de las cervicales y desde hace 2 años sufro dolores musculoesqueléticos".
"Aun así seguí trabajando, siempre con el teléfono y no me daba cuenta que había creado una adicción al trabajo, mi esposo me pidió el divorcio porque estábamos distanciados por mi adicción, por fortuna mi matrimonio no fracasó", narró.