Este santo también es considerado patrono de catequistas y seminaristas, y es un ejemplo de fortaleza y caridad
Por: Ofelia Fierros
Cada 4 de noviembre, el santoral de la Iglesia Católica conmemora la vida y obra de San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán y una de las figuras más influyentes de la Contrarreforma del siglo XVI. Admirado por su profunda espiritualidad y su compromiso pastoral, fue considerado santo patrono personal del Papa San Juan Pablo II, quien veía en él un modelo de servicio y fortaleza, así como de catequistas y seminaristas.
UN PASTOR ENTREGADO AL SERVICIO DE LA IGLESIA
Carlos Borromeo nació el 2 de octubre de 1538 en Milán, Italia, dentro de una familia noble. Estudió Derecho Civil y Canónico en la Universidad de Pavía, graduándose con honores en 1559. Su vida dio un giro decisivo cuando su tío, el Papa Pío IV, lo llamó a Roma para ayudarlo en la administración del pontificado. Muy pronto, el joven Borromeo fue nombrado secretario de Estado y gobernador, ocupando cargos de gran relevancia en el Vaticano.
Su contribución más destacada ocurrió durante la tercera sesión del Concilio de Trento (1562-1563), donde desempeñó un papel esencial en la implementación de las reformas eclesiásticas, impulsando una renovación profunda en la Iglesia. También promovió la formación de sacerdotes ejemplares y la dignificación del clero, combatiendo los abusos internos de su tiempo.
CONVERSIÓN Y COMPROMISO CON LA REFORMA ESPIRITUAL
En 1563 fue ordenado sacerdote y, poco después, obispo y cardenal, asumiendo la arquidiócesis de Milán. Inspirado por los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, San Carlos emprendió una vida de austeridad, oración y dedicación pastoral. Promovió la catequesis, fundó seminarios, reformó parroquias y defendió la pureza doctrinal en un momento crítico para la Iglesia.
Su firmeza le generó enemigos. Miembros de la orden de los Humiliati, contrarios a las reformas, intentaron desprestigiarlo ante el Papa y, más tarde, atentaron contra su vida. En una ocasión, un sacerdote de esa orden le disparó mientras oraba, pero la bala solo lo hirió levemente. San Carlos perdonó al agresor, reafirmando así su espíritu de misericordia.
DURANTE LA PESTE: UN EJEMPLO DE CARIDAD HEROICA
Cuando la peste azotó Milán, Borromeo no se refugió, sino que salió al encuentro de los enfermos. Organizó la asistencia espiritual y médica del clero, ayudó a las familias afectadas y destinó recursos personales para alimentar a los necesitados. Su cercanía con el pueblo lo convirtió en símbolo de esperanza y fe en medio de la adversidad.
Falleció el 4 de noviembre de 1584, a los 46 años, mientras realizaba un retiro espiritual en Monte Varallo. Fue canonizado en 1610 por el Papa Paulo V. Hasta hoy, su legado permanece vivo como modelo de pastor, reformador y santo comprometido con los valores del Evangelio.
EL VÍNCULO ESPIRITUAL CON SAN JUAN PABLO II
Siglos después, San Juan Pablo II expresó una devoción profunda hacia San Carlos Borromeo. En una audiencia celebrada el 4 de noviembre de 1981, pocos meses después del atentado que casi le cuesta la vida, el Papa destacó tres lazos espirituales que los unían:
El nombre: "Karol" (en polaco) es equivalente a "Carlos", detalle que el Pontífice consideraba providencial.
La experiencia del sufrimiento: ambos sobrevivieron a intentos de asesinato y vieron en ello una "segunda oportunidad" otorgada por Dios.
Su amor por la Iglesia: Borromeo fue figura clave del Concilio de Trento, y Juan Pablo II participó activamente en el Concilio Vaticano II. Ambos compartieron la misión de renovar la fe y acercar a la Iglesia al pueblo.
El Papa San Juan Pablo II recordaba con emoción: "Mirando mi vida en la perspectiva del bautismo y del ejemplo de San Carlos Borromeo, doy gracias a todos los que me sostienen con la oración y el sacrificio".