Médico, escritor e inspirado por la fe, su legado ha trascendido siglos como autor del tercer evangelio y de los Hechos de los Apóstoles
Por: Ofelia Fierros
Este 18 de octubre, el santoral de la Iglesia Católica celebra a San Lucas Evangelista, quien no solo fue uno de los grandes cronistas de la vida de Jesús, sino también un hombre de ciencia y arte que logró entrelazar lo espiritual con lo humano. A través de su Evangelio, los cristianos tienen una visión más íntima de la Virgen María y una perspectiva compasiva de la figura de Cristo.
Aunque su nacimiento no está claramente documentado, se cree que Lucas nació en Antioquía y que hablaba griego como lengua materna. Su nombre, de origen latino, guarda relación con "Lucania", una región italiana, y con el término griego leukós, que significa "luminoso". Este simbolismo de luz no es casual: Lucas iluminó el corazón de miles con su palabra escrita.
Lo que distingue a San Lucas de los demás evangelistas es que no fue testigo directo de la vida de Jesús. Su conversión ocurrió años después de la resurrección, y fue discípulo cercano del apóstol San Pablo. Desde esa cercanía, y con el rigor de su formación como médico, Lucas abordó la vida y enseñanzas de Cristo con sensibilidad hacia el sufrimiento humano. En su evangelio, se hace evidente su preocupación por los marginados, los enfermos y los pecadores en busca de redención.
Uno de los grandes aportes de Lucas al cristianismo es la imagen que nos dejó de María. A través de sus escritos, se conoce con mayor profundidad la figura de la Madre de Dios. Esto posiblemente se deba a su cercanía con San Juan, quien fue encargado por Jesús de cuidar a María tras su muerte.
San Lucas también fue un puente entre culturas. Es el único autor del Nuevo Testamento que no era de origen judío, y sus textos fueron pensados para llegar a los gentiles, es decir, a los pueblos no judíos. Escribió en griego koiné, el idioma más hablado en el mundo antiguo, asegurando así que su mensaje trascendiera fronteras.
Según algunas tradiciones, predicó en regiones como Macedonia, Acaya, Galacia y Beocia. Su muerte sigue siendo un misterio: algunos relatos lo presentan como mártir, colgado de un árbol en Patras, junto al apóstol Andrés; otros sostienen que murió de edad avanzada, en paz.
La iconografía cristiana suele representar a San Lucas con un libro y un toro o buey a su lado, símbolo tomado del profeta Ezequiel y del libro del Apocalipsis, donde cuatro seres vivientes rodean el trono de Dios. En esta visión, el toro representa a Lucas, como parte del Tetramorfos, conjunto simbólico que identifica a los cuatro evangelistas.
PATRONAZGO DE SAN LUCAS
A lo largo de los siglos, San Lucas ha sido reconocido como patrono de médicos, cirujanos, artistas, carniceros, encuadernadores, notarios y escultores. Una antigua tradición incluso asegura que fue pintor y que realizó una imagen de la Virgen María, lo que afianzó su vínculo con el arte sacro.
Hoy, al recordarlo, no solo celebramos al escritor sagrado, sino también al hombre que usó su intelecto y talento para sanar, crear y comunicar la Buena Nueva. San Lucas es testimonio de cómo la fe puede expresarse tanto con palabras como con obras.