Hoy se recuerda a una reina que enfrentó el dolor y la injusticia con fe, usando el poder para servir a los más necesitados
Por: Ofelia Fierros
Cada 16 de diciembre, el santoral conmemora a Santa Adelaida de Borgoña, una de las figuras femeninas más influyentes y admirables de la Europa medieval. Reina, emperatriz y mujer de profunda espiritualidad, Adelaida supo vivir entre intrigas políticas, tragedias personales y responsabilidades imperiales, sin perder de vista una convicción esencial: el poder solo tiene sentido cuando se pone al servicio del bien común.
Nacida entre los años 928 y 933 en el antiguo reino de Borgoña, Adelaida creció rodeada de la complejidad del poder. Era hija del rey Rodolfo II y de Berta de Suabia, lo que la colocó desde muy joven en el centro de los acuerdos políticos de su tiempo. A los 15 años fue casada con Lotario, rey de Italia, unión que pronto quedó marcada por la tragedia: apenas cuatro años después, su esposo fue asesinado en una conspiración por el trono.
DESAFÍOS DE SANTA ADELAIDA
Tras quedar viuda, Adelaida se negó a ser utilizada como moneda de cambio político. Su rechazo a contraer matrimonio con Adalberto, hijo de Berengario II de Ivrea, le costó la pérdida de su libertad y de sus derechos, pues fue encarcelada y despojada de su autoridad. Sin embargo, lejos de quebrarse, enfrentó el cautiverio con una fortaleza espiritual que impresionó incluso a sus carceleros, quienes destacaban su serenidad, su oración constante y su paciencia ante la adversidad.
Logró escapar de prisión y encontró refugio bajo la protección del rey alemán Otón I, con quien contrajo matrimonio en 951. Un año después, ambos fueron coronados en Roma como emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, dando inicio a una etapa en la que Adelaida desempeñó un papel clave en la vida política y religiosa del imperio.
Su vida volvió a verse sacudida por el dolor en 973, cuando Otón I falleció. En los años siguientes sufrió el desprecio y los abusos de su hijastro, el emperador Otón II, influenciado por su esposa Teofana. Aun así, Adelaida respondió al mal con bondad, encontrando consuelo en la fe y reafirmando su compromiso con los más pobres y con la Iglesia.
LEGADO DE SANTA ADELAIDA
Tras la muerte de Teofana en 991, Adelaida regresó al centro del poder como regente y tutora de su nieto, Otón III. Desde esa posición impulsó la asistencia social, fortaleció la vida cristiana del imperio y promovió la construcción y restauración de iglesias y monasterios. Su gobierno fue recordado como justo, cercano y profundamente humano, lo que le ganó el afecto de su pueblo, que la veía como una verdadera madre.
Al consolidarse el reinado de Otón III, Adelaida decidió retirarse a la vida monástica. Aunque nunca profesó votos formales, pasó sus últimos años dedicada a la oración, la contemplación y la vida espiritual, acompañada por grandes guías religiosos del siglo X, entre ellos San Mayolo y San Odilón de Cluny, quien describió su vida como "una maravilla de gracia y de bondad".
Santa Adelaida falleció el 16 de diciembre de 999, pocos días antes del cambio de milenio. Hoy es patrona de numerosos grupos, entre ellos viudas, prisioneros, exiliados, mujeres con responsabilidades de poder y víctimas de abuso, dejando como legado un ejemplo atemporal de liderazgo basado en la fe, la justicia y la compasión.