Dejó las armas para unirse a los mercedarios y entregar su vida por la libertad de cautivos, convirtiéndose en un ejemplo de fe y entrega total
Por: Ofelia Fierros
San Serapio es recordado cada 14 de noviembre como uno de los mártires más emblemáticos de la Orden de la Merced, así como patrono de los enfermos y afligidos, según el santoral de la Iglesia Católica.
Su vida, marcada por la valentía militar y más tarde por una profunda convicción espiritual, se desarrolló en un contexto de guerras, cautiverios y tensiones religiosas en la Europa medieval.
Nacido en Irlanda alrededor del año 1179, Serapio inició su vida adulta en los campos de batalla. Sirvió bajo las órdenes de Ricardo Corazón de León, y posteriormente formó parte de las fuerzas del duque Leopoldo VI de Austria, con quienes viajó a la península ibérica para apoyar al rey Alfonso VIII en la lucha contra los ejércitos musulmanes. Aquella campaña, sin embargo, cambiaría por completo su destino.
Durante su estancia en Castilla, Serapio conoció a Pedro Nolasco y a los primeros frailes mercedarios, cuya misión no era combatir, sino arriesgarlo todo para liberar cristianos en manos de los moros. Impresionado por la entrega de estos hombres, pidió ingresar a la naciente Orden de la Merced en 1222. Desde entonces, su vida quedó consagrada al rescate de cautivos.
Participó en varias redenciones, pero la última determinaría su camino al martirio. En Argel, mientras realizaba una misión junto con Berenguer de Bañeres, Serapio aceptó quedarse como rehén para garantizar la liberación de cautivos en riesgo de renegar de la fe. Mientras su compañero viajaba a buscar el dinero del rescate, Pedro Nolasco movilizó de urgencia a los conventos para reunir los fondos. Aun así, el rescate no llegó a tiempo.
EL MARTIRIO DE SAN SERAPIO
Frustrados por el retraso y enfurecidos, las autoridades musulmanas decidieron ejecutar a Serapio de manera brutal. Fue crucificado en una cruz en forma de aspa, similar a la de san Andrés, y posteriormente descuartizado. Su muerte ocurrió el 14 de noviembre de 1240, bajo el gobierno del rey de Argel, Selín Benimarin. Desde entonces, su figura se convirtió en símbolo de la entrega total mercedaria.
El proceso que reconoció oficialmente su culto se consolidó muchos siglos después. En 1728, el Papa Benedicto XIII confirmó su veneración inmemorial, y su nombre fue incluido en el Martirologio Romano en 1743 bajo el pontificado de Benedicto XIV, consolidando así su memoria dentro de la Iglesia.
Hoy, San Serapio es venerado como patrono de los enfermos y de quienes sufren aflicciones, un reflejo de la compasión y fortaleza que lo caracterizaron. Su vida continúa inspirando a creyentes que ven en él un ejemplo de fe llevada hasta sus últimas consecuencias.