De la alta sociedad europea a la fundación de una congregación religiosa, su historia demuestra cómo una entrega total a Dios
Por: Iván Fraijo
Nacida como Emilia en la aristocrática familia de Wégimont, Bélgica, un 18 de octubre de 1818, su vida parecía destinada a los lujos y protocolos de la diplomacia europea, acompañando a su padre, embajador, en sus viajes. Sin embargo, detrás de la joven encantadora y de voluntad firme latía un corazón que anhelaba algo más. Desde temprana edad, una fuerza interior la atrajo irresistiblemente hacia Dios, encontrando en la espiritualidad de Ignacio de Loyola un eco profundo a sus inquietudes.
Aunque el deseo de la vida religiosa crecía en ella, la costumbre de la época dirigió su camino hacia el matrimonio. A los 18 años, contrajo nupcias con Víctor d'Hooghvorst. Lo que comenzó como una unión concertada se transformó, para su fortuna, en un matrimonio genuinamente amoroso, bendecido con cuatro hijos. Durante esos años, Emilia logró un equilibrio admirable entre su rol de madre, su intensa labor social y su servicio a los más necesitados.
UNA PÉRDIDA Y UN LLAMADO
La felicidad conyugal fue trágicamente breve. En 1847, su esposo Víctor falleció prematuramente, dejándola viuda a los 29 años con cuatro hijos pequeños a su cargo. La desgracia se profundizó con la posterior muerte de sus padres, sumiéndola en un periodo de profunda soledad. Fue en medio de este dolor donde el deseo de consagrarse por completo a Jesús se intensificó hasta hacerse ineludible.
Tras asegurar el futuro de sus hijos en un colegio de Francia, un retiro en el castillo de Bauffe marcaría el parte aguas de su vida. El 8 de diciembre de 1854, mientras en Roma se proclamaba el Dogma de la Inmaculada Concepción, Emilia vivió una experiencia mística transformadora en la capilla del castillo. En ella, sintió una clara presencia de María, quien le confió una misión única; amar a Jesús y a su Iglesia "con la delicadeza del amor que se encuentra en el corazón de una madre".
EL NACIMIENTO DE UNA MISIÓN
Esta experiencia no fue solo una consolación, sino una llamada a la acción. Emilia respondió sin vacilar: "Prometí todo a María". Comprendió que su vocación era una vida de "reparación", un concepto espiritual muy vivo en el siglo XIX. Para ella, reparar significaba permanecer constantemente unida a Cristo, solidarizarse con el sufrimiento humano, ser artífice de paz y, sobre todo, trabajar para dar a conocer el amor de Dios en un mundo que lo necesitaba desesperadamente.
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Guiada por esta certeza y con el apoyo de jesuitas, fundó la primera comunidad oficial en Estrasburgo el 1 de mayo de 1857, tomando el nombre de María de Jesús. Desde el inicio, la Eucaristía fue el centro de su espiritualidad, buscando siempre un equilibrio sagrado entre la adoración silenciosa y la actividad apostólica ferviente.
UNA EXPANSIÓN INESPERADA Y UN LEGADO ETERNO
Lo que comenzó como un pequeño grupo pronto se expandió de forma prodigiosa. En apenas dos años, recibió la petición de fundar una casa en la India, dando inicio a una rápida expansión internacional que llegó a Francia, Inglaterra, Italia, Irlanda, España y varias islas. La Madre María de Jesús, una mujer apasionada e infatigable, superó luchas y alegrías para ver su Instituto crecer en ocho países diferentes, estableciendo incluso la casa general en Roma.
Murió en Florencia en 1878, pero su obra perdura. El reconocimiento de la Iglesia llegó con la aprobación de sus Constituciones y, finalmente, con su beatificación por el Papa Juan Pablo II el 12 de octubre de 1997. Su memoria, celebrada cada 11 de octubre, nos recuerda que la fe puede guiar una vida desde los salones aristocráticos hasta la fundación de una congregación global, todo impulsado por un "sí" irrevocable a un llamado divino.
SANTOS QUE CELEBRAN SU DÍA HOY:
- San Juan XXIII papa
- San Fermín de Uzés
- Santa María Soledad Torres Acosta
- San Anastasio de Schemaris
- Beato Ángel Ramos Velázquez
- San Bruno de Lotaringia
- San Felipe diácono
- San Gaudencio o Radzim
- Beato Jacobo de Ulma Griesinger
- San Gumaro de Lierre
- San Meinardo de Riga
- San Pedro Le Tuy
- San Santino de Verdún
- San Sármata de Tebaida