Por: Eduardo Sánchez
El cronista de Álamos comentó que en un principio funcionaba con fuerza de sangre, cuyo aguardiente tomó el nombre de Yocogihua.
Una década después, indicó, la fábrica se había modernizado, pues funcionaba con maquinaria de vapor y daba empleo a 17 hombres, producía 18 mil 800 litros al año y su capital ascendía a 30 mil pesos.
En 1910 llega la Revolución, señala, devastando toda la región, y, finalmente, la destilería de Yocogihua, como todas las de Sonora, cerró sus puertas en agosto de 1915, luego de que el gobernador Plutarco Elías Calles decretara la ley de prohibición que se le conoció popularmente como “Ley Seca”.
A partir de entonces, expuso, la hacienda cumplió únicamente su función ganadera.
En estas circunstancias, mencionó, las herederas de Yocogihua, Angelina Almada viuda de Almada, Elena Almada de Elenes, Balvanera Almada viuda de Bartning y Justina Almada viuda de Zakany, vendieron la hacienda al señor David Escobosa, en noviembre de 1927.
Posteriormente, en 1934, Escobosa vendió la propiedad de seis mil 690 hectáreas al señor David Andrés Sugich Rafaelovich, quien le devolvió el lustre y renombre de antaño.
David, cuyo verdadero nombre era Vido, era originario de Yugoslavia, de donde vino a América una vez iniciada la Primera Guerra Mundial en compañía de sus hermanos. Se asentó en Navojoa, donde estableció una licorera denominada “Licores Sugich, S.A.”, y se convirtió, a la vez, en el primer distribuidor autorizado de Grupo Modelo en Sonora, llegando a montar 164 bares en el Estado.
Refirió que una vez en posesión de la hacienda, se dedicó con ahínco a reconstruirla, la cual, ya reparada, contaba con oficina, sala, dos cocinas, corredor, cinco recámaras y dos baños y medio, además de la fábrica.
La destilería contaba con un almacén abierto para recepción de mezcal y uno cerrado donde se encontraba la factoría, que constaba de tres calderas, una destrozadora de mezcal, una tahona, un alambique de cobre, 23 tinas de tres mil 100 litros cada una y una de dos mil, además de un pozo y dos pilas para el agua.
Además, dijo, se producía alrededor de 200 litros diarios empleando aproximadamente a 20 personas. El mezcal se cultivaba en la misma Yocogihua, las variedades que se sembraban incluían a la “ San Antoneña” y “El Chino”, ambas nativas del lugar. En cada hectárea había 2,500 plantas, que eran cuidadas por ocho o 10 hombres, que deshierbaban, podaban los mezcales y revisaban los viveros.
El proceso de producción iniciaba con el corte del mezcal efectuado por 10 jimadores. Una vez limpias las piñas, las subían a carretones tirados por mulas y las conducían hasta el almacén de recepción, donde las partían por la mitad y las cocían a vapor por espacio de 72 horas en dos hornos de mampostería con capacidad de 10 toneladas cada uno. Una vez cocidas las pasaban a la destrozadora y luego las colocaban en una tauna, para que le extrajeran el jugo que era conducido hasta las tinas, donde lo dejaban fermentar de cinco a siete días.
Una vez fermentada, pasaban esta mezcla a la destilación en el alambique, que en un principio funcionó con leña y en los últimos tiempos con chapopote, el cual tenía una capacidad de carga de mil litros y tardaba 24 horas en destilar y redestilar el mezcal, ya que este aguardiente era bidestilado.
El líquido salía con más de 40 grados de alcohol y era depositado en damajuanas de vidrio. Posteriormente las vaciaban en una tina grande, donde lo bajaban a 21 grados. Hecho esto, lo depositaban en barricas de roble de 180 litros de capacidad o en toneles de 10 mil litros.
En seguida era conducido a Navojoa por el camino de Masiaca, donde lo embotellaban y etiquetaban, para luego expenderlo en las licoreras del mismo Sugich y distribuirlo en Sonora, Sinaloa y Baja California.
Toda la energía utilizada en el proceso provenía de las calderas de 60 y 100 caballos de fuerza que funcionaban con chapopote y que, además de mover las máquinas, también hacían funcionar el generador de electricidad.
Las calderas estaban a cargo de tres fogoneros y la producción nunca paraba, razón por la cual había tres turnos de ocho horas cada uno. Cada cambio de turno era anunciado jalando una cadena, que liberaba vapor y hacía sonar una sirena tan fuerte, que se oía a grandes distancias.
David Sugich falleció en marzo de 1965 y la fábrica continuó con resultados “más o menos buenos, aunque poco a poco fue mermando la productividad”.
En noviembre de 1975, la autoridad expropió seis mil 490 hectáreas de Yocogihua y 10 años después, en 1985, una vez agotada la materia prima, la fábrica cerró definitivamente sus puertas. Nunca más se volvió a sembrar maguey y las tierras, ociosas, se enmontaron. El Ejido, como dice Dresser, “proveyó dignidad a los campesinos, pero no una ruta para que escaparan de la pobreza”. Así, la gente perdió el empleo constante y remunerado que tenían en la destilería. Actualmente, de la anterior grandeza de la hacienda no quedan más que las ruinas de la vieja casona.
Al día de hoy existe una fábrica productora de aguardiente, bajo la denominación de origen “bacanora”, en el Municipio de Álamos, propiedad del señor Ramón Miranda, que se comercializa con el nombre de “El Real Bacanora”, en alusión al título de Real de Minas.