Una historia de vida de un navojoense sobre el gran reto de vencer las adicciones a las drogas o el alcohol
Por: Fabián Pérez
Franky inició su adicción a la mariguana a los 15 años, justamente cuando estudiaba la secundaria. Como muchos que han caído en las drogas, quería pertenecer al grupo de los más populares.
Para ello, era necesario fumar mariguana, aunque en un principio se rehusaba por los valores que en su casa le habían inculcado. Finalmente accedió. Le gustó y comenzó a sentirse identificado con su nuevo grupo de amigos.
Al tiempo empezó a consumir alcohol y un día que estaba en un “bajón”, un amigo le dio de probar cocaína para “reanimarlo”.
“Desafortunadamente me gustó la sensación y ahí fue cuando me enganché con una nueva sustancia. Comencé a ser más rebelde en casa y los estudios ya no me importaban tanto, aunque continuaba con el bachillerato”, compartió.
Asegura que, para su familia, ya era un problema por la vida desenfrenada y sin control. Después de 8 años de consumir alcohol, mariguana y cocaína, conoció la sustancia que lo llevó a una espiral descendente: el “crystal”.
“Con esta substancia sentía un efecto mucho mayor que con la cocaína. El ‘crystal’ es como el demonio, te atrapa en sus garras y no te deja escapar de ellas. Sólo vivía para consumir esa droga, sin ver el daño que le hacía a mi mente, mi cuerpo, a mi entorno y a mi familia”, relató.
PURAS PÉRDIDAS
En los últimos 7 años de consumo de “crystal” marcaron un claro deterioro de su persona. Todo comenzó con el quiebre como hijo, como hermano y como esposo. Su cabeza estaba tan nublada y embotada de sustancias que no se había dado cuenta que su integridad ya estaba comprometida y que, por esta razón, sólo obtenía pérdidas en todo lo que emprendía o con quien estaba.
“Tuve una pareja maravillosa quien sólo se dedicaba a cuidarme. Sin embargo, la vida al lado de un adicto es una pesadilla. ¿Quién puede vivir en paz al lado de una persona que no vive de manera ética y que constantemente daña y ofende a causa de las drogas? Finalmente, aquella mujer decidió emprender su vida sin mí”, contó.
Su familia, aseguró, tampoco sabía cómo manejar la situación y decidieron mandarlo a vivir con la familia de su papá quienes viven en la frontera norte del país. Sin embargo, este hecho no lo hizo ni reflexionar ni enmendar su camino, al contrario, fue aún más bajo.
“Vivía en un grupo de consumidores de drogas y era una especie de manada, andábamos juntos para todos lados, nos protegíamos y delinquíamos para obtener nuestras dosis diarias. Sentía que eso era la felicidad y que no necesitaba más para vivir. Fue entonces cuando probé la piedra y otro tipo de dogas como los psicotrópicos y la heroína en pastillas”, mencionó.
Comentó que la única droga que no probó fue la heroína inyectada.
“Vi cómo muchos de mis amigos murieron, miré la degradación humana de manera real y cómo no les importaba nada con tal de obtenerla, vi muchos yaciendo debajo de los puentes o a la orilla de la carretera”.
“Mi familia realmente estaba preocupada por mí, sentía mucha impotencia porque no podía hacer mucho y sólo veían cómo cada día me hundía más. Mi hermana y su esposo son miembros del personal de Narconon Latinoamérica. Cada vez que nos veíamos me hablaban del programa y, a pesar de que vi el gran cambio de mi cuñado cuando estuvo en Narconon, siempre rechazaba la ayuda por miedo a vivir libre de substancias”, expuso.
NADA PRODUCTIVO
“Así continué dañando”, dijo, ofendiendo y sin una vida productiva. De vez en vez, llegaba esa pequeña voz en su cabeza que le indicaba que debía cambiar esa vida porque un día podía terminar en la cárcel, en el hospital o muerto. Sin embargo, se volvía a drogar y apagaba esa luz de esperanza.
“Un día llegó mi hermana para compartirme la gran noticia de que estaba embarazada y nuevamente me pidió que tomara una rehabilitación, ella me dijo que era su único hermano y que no le gustaría que su hijo creciera con un mal ejemplo de parte mía. En ese momento algo tocó mi corazón y accedí a intentar una rehabilitación”, narró.
Su mamá lo apoyó y le dijo que por lo menos intentara tomar la rehabilitación que le ofrecían en Narconon Navojoa, que ella siempre lo iba a querer pero que por lo menos probara lo que se sentía estar libre de drogas, con un pensamiento limpio y auténtico.
“Una vez había intentado por mis propios medios dejar de consumir, lográndolo sólo ocho días.
“En fin, mi mamá preparó mis maletas y al siguiente día llegué a Narconon Navojoa. Estando ahí lo dudé y quería irme. Sin embargo, el personal fue tan cálido que accedí a quedarme”, dijo.
Aseguró que comenzó su proceso de rehabilitación y muchas veces quiso dejarlo.
“Duré 15 días en la etapa de retirada de drogas y sentí fuerte el síndrome de abstinencia, pero las ayudas y las vitaminas que me dieron en ese tiempo me fortalecieron para poder transitar por ese malestar”, manifestó.
Posteriormente se enfrentó, dijo, a un nuevo reto en la desintoxicación a base de sauna. Para una persona adicta es mucho más fácil no confrontar que pasar a través. En esta etapa del programa estuvo a punto de desistir.
APOYO DE TODOS
Explicó que afortunadamente uno de los miembros del personal le hizo ver el trabajo valioso que estaba haciendo y que con esto podía recuperar su vida y hacerla prosperar.
“Eso fue lo que hice, me comprometí al máximo con el programa, continué y persistí a pesar de todas las adversidades, hasta concluir”.
Cuando salió de Narconon rápidamente buscó trabajo y lo encontró en una embutidora de alimentos.
Durante los 6 meses que estuvo ahí, fue poner a prueba todas las herramientas que aprendió en el centro de rehabilitación.
No fue nada fácil transitar por los puntos de venta y de consumo de drogas a los que regularmente había asistido y seguir de largo.
“Muchas veces lo dudé, afortunadamente y gracias al apoyo de mi mamá, siempre llegué con mi sueldo íntegro”, destacó.
Aprendió muchas cosas de ese trabajo y ascendió de puesto rápidamente.
“Conforme sentía que tenía más responsabilidad, sentía menos ganas de consumir. Un buen día me hablaron de Narconon Navojoa para apoyarlos, hablé con el encargado de mi anterior trabajo, comprendió la situación y decidí ser miembro del personal por un tiempo”.
“Sentí mucho agrado por lo que hacía, tanto fue así que decidí que este trabajo debía ser permanente y busqué ser miembro del personal en Narconon Latinoamérica. Ahora sí era un verdadero cambio de vida, incluyendo la residencia. Fue comenzar de nuevo decidiendo cada detalle en mi andar.
“Hoy, soy muy feliz y me fortalezco día a día ayudando a los demás a salir de la adicción de las drogas y el alcohol. Es increíble ver cómo los estudiantes entran al programa casi sin vida y salen con sus maletas llenas de entusiasmo y alegría para comenzar de nuevo por sus caminos”, expresó.