Dañan Reserva de Álamos

Las reservas naturales protegidas del sur de Sonora están siendo amenazadas de diversas maneras, entre éstas por el ecoturismo, señaló la directora de la organización no gubernamental Naturaleza y Cultura Internacional, Lydia Lozano Angulo.

Por: Raúl Armenta Rincón

Puso como ejemplo de lo anterior el Área de Protección de Flora y Fauna, Sierra de Álamos-Río Cuchujaqui, establecida por decreto en 1996 y donde, en  92 mil hectáreas, hay una gran diversidad de hábitats con 560 especies de animales y mil 200 de plantas.

Allí coinciden animales vertebrados, entre aves, mamíferos, reptiles, anfibios y alrededor de trece especies de peces nativos y exóticos, entre los que se encuentran el langostino y el cangrejo de agua dulce.

Entre los mamíferos, destacan el jaguar, el ocelote, el venado cola blanca, el puma, el coyote, la nutria de río, conocida entre los pobladores como “perrito de agua”; el gato montés, el armadillo, la zorra gris; y los reptiles como la tortuga del desierto, el monstruo de Gila, además de varias especies de cascabeles.

También hay una gran variedad de aves y sobresalen la codorniz elegante, el correcaminos, la guacamaya verde y varias especies de pericos.

La vegetación es extraordinaria por su riqueza, sus colores y tamaños, porque pueden encontrarse extensas poblaciones de árboles de alrededor de 50 metros de altura y plantas desérticas como el sahuaro.

Por ejemplo, la palma de la virgen es una especie que se está monitoreando por el hecho de que está en peligro de extinción. Es una palma que se les llama fósiles vivientes porque son plantas muy longevas, incluso, se dice que han existido desde la época de los dinosaurios.

“Sin embargo, toda esta riqueza y maravilla natural que tenemos en esta Reserva está siendo afectada por la actividad ecoturística”, lamentó Lozano Angulo.

“Creemos que una carrera, con más de 100 vehículos 4 por 4 en la zona, es “ecoturismo”, solamente porque están en contacto con la naturaleza, pero la realidad es que esta actividad impacta enormemente al ecosistema”, expuso.

Afirmó que esas unidades entran a zonas frágiles, donde las especies no soportan bien el impacto generado directamente sobre ellas, o las especies que conviven en esta zona, por ejemplo, aves a las que el sonido extraño de 100 motores hace que abandonen sus nidos o vuelen a otros lugares.

Agregó que el vehículo mismo contiene elementos que, en caso de un derrame o accidente, podrían afectar seriamente un ecosistema, en especial las zonas donde fluye el agua que las comunidades de la zona utilizan para su subsistencia.

La directora de dicha ONG hizo notar que quien gana en actividades como éstas es normalmente es un promotor del evento, que utiliza propiedades de ejidos o comunidades donde sólo se beneficia económicamente a quien organiza la actividad, pero los poblados, propietarios y ejidos son quienes tienen que lidiar con el “residuo” del evento.

“Esto es sin considerar el impacto enorme que genera en estos ecosistemas, de los cuales depende la calidad de los recursos humanos de la que depende la sobrevivencia”, añadió.

Subrayó que es importante, para el reconocimiento de estas zonas frágiles y protegidas, que se defina lo que se entiende como ecoturismo y que se piense realmente en el impacto que estas actividades generan en el ecosistema y promover el respeto a quienes viven directamente dentro de estas zonas, ya que en manos de ellos se encuentra la disponibilidad y la protección de los recursos que tanto se necesitan en las ciudades.

Lozano Angulo informó que el sistema nacional de “ANPs” en México cuenta con 182 áreas, de las cuales, la de Álamos, es única, ya que justo en esta ubicación geográfica es donde las zonas neárticas y noeotropicales convergen.

“Esto significa que el bosque en Álamos tiene especies emblemáticas del desierto sonorense, así como de los bosques tropicales mexicanos, dando como resultado una riqueza natural y cultural desconocida por muchos, como poblaciones de jaguares y guacamayas verdes”, destacó.

“Estas especies son sensibles al impacto generado por actividades antropogénicas que no son pensadas ni desarrolladas considerando la fragilidad de estos ecosistemas”, agregó.

Señaló que algo todavía más impactante en nuestra vida diaria es que estas zonas protegidas son las que proveen de servicios ecosistémicos a las poblaciones cercanas.

En el caso de Álamos, indicó, esta zona protegida es la encargada de captar alrededor del 90 por ciento del agua que se utiliza para sus habitantes, así como para el desarrollo de actividades que dependen de la disponibilidad del vital líquido, como el turismo y la ganadería, siendo el turismo la actividad económica principal del lugar.

“¿Podemos imaginarnos el desarrollo de la vida diaria o de cualquier actividad económica sin la disponibilidad del agua? Creo que no”, añadió. 

Dijo que, sin tener la intención, en muchas ocasiones estas zonas atraen actividades que no son compatibles con la protección del área, como las de caza, aprovechamiento no sustentable de los recursos naturales, así como turismo descontrolado.

La directora de Naturaleza y Cultura Internacional mencionó que el establecimiento de las áreas naturales protegidas siempre lleva consigo un plan de manejo, el cual establece, en base a las características de la zona, las actividades que son compatibles con el recurso disponible.

“Por ejemplo, en Álamos, hay sitios donde se desarrolla la ganadería holística, lugares de aprovechamiento sustentable de los recursos, proyectos de apoyo económico a los habitantes como la producción de la miel orgánica multiflora tan característica y apreciada en el mercado regional”, señaló.

Indicó una de las actividades que se ha promovido en la zona, sin considerar las limitantes establecidas en los planes de manejo, son las actividades turísticas de naturaleza, que si bien es cierto pueden ayudar como un ingreso más a las comunidades y pueden realizarse de forma adecuada y respetuosa, todavía se confunde el concepto, como se dijo anteriormente.