El santoral católico conmemora a Santa Inés de Praga, una princesa que desafió las expectativas de la realeza
Por: Iván Fraijo
El 2 de marzo, muchas personas veneran a Santa Inés de Praga. ¿Y por qué? Ella nació en una familia de reyes, imagínate, pero no se quedó con los brazos cruzados.
Inés pudo haber tenido la vida fácil, casarse con un príncipe y vivir rodeada de lujos. Pero no. Ella sentía que tenía que hacer algo más. Le gustaba mucho lo que hacía Santa Clara de Asís, que también ayudaba a la gente, y decidió seguir su ejemplo.
DE LA REALEZA A LA HUMILDAD
Con el dinero que tenía, Inés fundó en Praga el hospital de San Francisco y el instituto de los Crucíferos, dedicados al cuidado de los enfermos y necesitados. Su espíritu de humildad la llevó a renunciar a todas sus posesiones y a ingresar en el monasterio de San Francisco, donde vivió como una más entre las "Hermanas Pobres".
Inés no solo ayudaba a la gente con cosas materiales. Ella también les daba esperanza. La vida era muy dura para las personas de escasos recursos de la época y sobre todo para los enfermos. Ahí es donde Inés, con su sonrisa y su cariño, les hacía sentir que no estaban solos. Les enseñaba que, a pesar de todo, siempre hay motivos para tener fe y esperanza.
Inés siempre se refirió a las monjas a su cargo, como "hermanas mayores" y no como subordinadas, marcando un parte aguas en la forma de llevar los monasterios en la época. Por eso, cuando las personas piensan en Inés, no solo recuerdan lo que hizo, sino también cómo fue que lo llevó a cabo, "con un corazón lleno de amor y compasión".
La verdad es que la historia de Inés nos enseña algo muy importante, que lo que de verdad vale es lo que haces por los demás. En un mundo donde a veces nos dejamos llevar por las apariencias, ella nos recuerda que la felicidad está en ayudar.
Cada 2 de marzo, hay misas y oraciones en su honor. La gente se acuerda de su generosidad y de su valentía. Y su ejemplo sigue inspirando a muchos a ser mejores personas.