Sabía virtud

Por: Eduardo Sánchez

La juventud no es una vir­tud obtenida por esfuerzo pro­pio como para andar vanaglo­riándonos de ella ante los de más edad que nosotros; lo que hagamos con nuestra juven­tud, sí lo es. Ser jóvenes es una etapa de la vida que habremos de pasar rumbo a la senectud, si es que llegamos.


Lo que sí es muy cierto es que la vida a todos y cada uno de nosotros nos pasará la fac­tura tarde o temprano, a veces más temprano que tarde, pero nadie se escapa. Nadie sale vivo de aquí, y no solo eso, nadie sale sin cicatrices en la piel o en el alma, de este juego llamado viva, en donde a veces se gana y a veces se pierde, pero que no deja de sorprendernos con algo nuevo cada día que pasa. Puede ser un nuevo achaque o puede ser una nueva amistad. Una nueva manía o una nueva inquietud; esto no se detiene, como bien dicen, la vida es una cuerda floja con la muerte por ambos lados, en donde lo único que nos mantendrá de pie será el equilibrio. Caeremos sin piedad en cuanto perdamos el equilibrio de nuestras acciones y de nuestros pensamientos; eh ahí el dilema.

Sí la vida es la más grande usurera: no te da nada sin algo a cambio.Tendrás que hacerte viejo si no quieres morir joven. Las dos cosas no se pueden. Así es esto.


Nadie sabe cómo ni cuándo, pero a todos nos va a tocar en­frentar una serie de calamida­des propias de la edad que solo se justificaran cuando vivimos una vida de provecho, eso creo yo, cada quien tendrá su pro­pia visión, por eso creo que du­rante nuestra juventud, que en realidad es más larga de lo que pensamos, solo que co­menzamos a pensar como vie­jos siempre antes de tiempo, o, quizá sea el seguir experimen­tando sensaciones, emociones y situaciones, lo que nos ayu­de a prolongar la lozanía, si no del pellejo, que siempre se arruga antes que el corazón, la del alma que puede quedarse joven por siempre.

Pero no confundir juventud con la falta de compromiso, con vivir para los placeres, con vivir superficialmente; eso es otra cosa que no tiene nada que ver con estar vivos, ya lo decía Leduc, “sabía virtud de conocer el tiempo, a tiempo amar y desatarse a tiempo, como dice el refrán: dar tiem­po al tiempo, que de amor y dolor alivia el tiempo”.