Por: Eduardo Sánchez
Él siempre se ha dedicado a la venta de pico de gallo y frutas con chile y limón.
Los fue acariciando y los desarrugó cada uno de los 250 billetes y los puso en un sobre viejo que se encontró por ahí. Le amarró un cordel y, para mayor seguridad, le puso una liga plástica.
Al regresar a su casa, recordó que había dejado el sobre con el dinero sobre la mesa de la entrada. Lo buscó, pero no lo encontró, entonces le preguntó a su esposa, doña Lupina, que si qué había pasado con el sobre que olvidó en la mesita de la entrada.
La señora hizo memoria y recordó que salió a toda prisa a sacar la basura cuando llegó el camión recolector y al pasar por la mesita tomó el bulto de “papel” viejo y lo arrojó a la basura.
El señor Domínguez se quiso morir de coraje, pero doña Lupina le insistió que él tuvo la culpa por dejar tanto dinero ahí, y lo peor, en un sobre viejo.
Pasaron días para que se le bajara el coraje y para que aceptara que en realidad la culpa era suya. Desde ese momento lo único que deseó es que al menos alguien necesitado se encontrara el sobre con el dinero y se comprara algo bueno.
La semana siguiente, mientras el señor Domínguez leía el Diario, se encontró con una noticia que lo dejó sin aliento: “Asesinan a jovencito en el basurero”. Un muchacho de 15 años que vivía de pepenar en el basurero municipal había sido asesinado por un borracho para robarle un sobre con dinero que se encontró entre la basura ese mismo día.
“El dinero es un crimen, que se reparta en partes iguales, pero que nadie toque el mío”. Pink Floyd
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