Por: Redacción
Cada día, a cada instante; en cada exhalación de aire nos hacemos cada vez más viejos. Cada quien a su ritmo y cada quien en su momento, pero todos y cada uno de los que estamos vivos, nos estamos añejando. Esa es la ley de la vida, y no se detiene nunca.Quién no recuerda cuando pensaba que llegar a los 18 años era de hacerse viejo. Y luego a los 27; luego a los 40, y así sucesivamente nos vamos agobiando de ir sintiendo a cuestas los años que vamos cumpliendo, sin casi nunca considerar que, en realidad, hacerse añoso es una especie de bendición, ya que muchos no llegarán a ser viejos, aunque quizá el no llegar sea su deseo.
Pero, de que es difícil aprender a ir aceptando el paso del tiempo sobre nuestro cuerpo, es difícil. Verte en el espejo e ir comprobando cómo la piel se va marchitando, las carnes relajando, las canas van pintando, la vista menguando, los dientes acabando y los pies de plomo se van llenando.
Y, lo que es peor, es cuando a eso le agregas el sentir de que no has logrado mucho en tu vida en comparación de otros que han hecho dinero, han obtenido el reconocimiento de la gente, han formado una prole vigorosa, han viajado por el mundo y dan la impresión que ya se pueden morir porque ya “cumplieron” en este mundo.
Mientras que otros sienten lo contrario: no tengo ni en qué caerme muerto. Es curioso, pero afrontar y saber sobrellevar el paso de los años creo es el mayor reto al que habremos de enfrentarnos en esta vida. Y es que vemos los años como el sinónimo de todo lo que tanto miedo nos da: enfermedad, incapacidad para divertirse, ausencia de intimidad, problemas mentales, hospitales, arrugas, muerte de la pareja o de conocidos, falta de ánimos, lo que es muy cierto, pero así es, y no hay casi nada que se pueda hacer, más que vivir cada instante de la mejor manera que podamos. Aquí y ahora.
En el presente, y agradecidos, ante todo.
Keith Richards, el añejo guitarrista de la legendaria banda de rock Los Rolling Stones, el que parece que tiene todos los años del mundo dice, “la vida es una cosa graciosa.nadie quiere envejecer, pero nadie quiere morir joven, tampoco”.
Es un miedo tan grande el que le tenemos a envejecer, que cada vez he escuchado a más conocidos decirme: me daré un tiro antes de llegar a viejo porque no quiero sufrir.
Y sí les creo. Sí es difícil hacerse viejo, pero aquí estamos rodando como una llanta de camión, después de todo hacerse viejo puede tomarse como una desgracia, o como una bendición por la sabiduría que los años pueden traer.