Por: Eduardo Sánchez
Esta no era la primera vez que terminaba de cara al suelo y con los lentes aplastados. Y entre más burlas de los niños y dolor sentía, su odio y coraje crecía cada vez que era abusado.
—“¿Que no entienden que venimos a la escuela a aprender y no a pelear, díganme qué he hecho yo para merecer esto?”—, se preguntaba una y otra vez sin obtener respuestas.
Y por más que buscaba otra escuela en donde se adaptara y se sintiera a gusto, no lo lograba. Su madre le preguntaba por qué siempre estaba solo y él no sabía qué contestar…
Camino a la escuela sentía miedo de llegar; a su corta edad supo lo que era estar angustiado.
“Ñoño”, “torpe”, “niño de la mami”, “cuatro ojos”, “enano” “manchas”, eran algunos de los muchos sobrenombres que le gritábamos para hacerlo sufrir. La escuela se había convertido en un tormento para él, mientras que otros lo gozábamos.
—“¿Díganme qué he hecho para merecer esto?”— musitaba en silencio… “¿Por qué me meten el pie; por qué se ríen de mí; por qué me patean; por qué se burlan de mi familia; por qué no me aceptan como soy; por qué me quitan mis cosas, si yo no pedí nacer así y ahora tengo que soportar todo esto?” —, se preguntaba mientras que en su cabeza seguro retumbaban las carcajadas de todos…
“Si al menos tuviera dinero que darles para que me dejen paz” imploraba, mientras seguía sin poder encontrar una explicación del por qué estaba pasando por esto…
Aunque ya han pasado muchos años, no ha pasado un día sin que me arrepienta de haber tratado mal a Daniel y a otros niños como lo hacía.
Ahora, veo con tristeza que la costumbre de maltratar a quienes se ven débiles o con algún defecto físico sigue presente, aunque ahora le llaman bullying, se sigue haciendo sufrir a los niños. Y me duele en el alma ver que ahora al menos uno de mis hijos sufre en silencio por esta situación.
En verdad quisiera devolver el tiempo para cambiar todo eso que hice mal; devolver el tiempo para pedir perdón a quienes tanto hice sufrir. Ahora comprendo que nadie debe de tratar de imponer su poder y dominio sobre otro niño mediante intimidaciones, amenazas, insultos, agresiones físicas y humillaciones, pero tuvieron que pasar muchos años y vivirlo en carne propia con mi hijo, para comprender lo mal que estaba.
Buscando enmendar el daño que hice en el pasado, ahora voy de escuela en escuela platicando con los niños sobre la violencia escolar; me dicen “el señor Bullying”.