Por: Eduardo Sánchez
Las imágenes del papa mientras se aparta cuando los fieles tratan de besar su anillo en el santuario de Loreto, al norte de Italia, generó muchos interrogantes entre los católicos.
“Me dijo que le gusta abrazar y ser abrazado y estar cerca de la gente, pero temía que todos se enfermaran”, contó Gisotti a los periodistas.
Al papa argentino en efecto le gusta el contacto directo con los fieles, aprieta cientos de manos cada semana, se deja abrazar, tomar selfies, acepta tomar mate y suele conversar con las personas.
Su reacción casi brusca ante el beso al anillo generó muchas interpretaciones ya que más tarde, en otra sala del santuario, el video muestra al papa mientras saluda a docenas de capuchinos y monjas, algunos le dan la mano, unos lo besan y otros besan su anillo pontificio.
El protocolo del papa Francisco suele pedir a los visitantes que eviten las genuflexiones, viejas formalidades que poco ama.
El anillo en cuestión no es el “anillo dorado de pescador” que los pontífices suelen llevar como símbolo del poder papal, sino el anillo que recibió durante su ordenación episcopal en 1992 en Buenos Aires, según explicó el diario católico La Croix.