Echeverría, reo solitario en su propia casa

Por: Eduardo Sánchez

El ex presidente Luis Echeve­rría, quien fuera todopoderoso en el régimen del partido de Estado, envejeció en su casa, cercado por las acusaciones de perpetrar la matanza de Tlatelolco en 1968 y orquestar el Halconazo de 1971, de las que fue exonerado “por falta de pruebas”. Hasta allá lo alcanzó una intriga, pero no de opositores o de víctimas del poder represivo que una vez en­cabezó; fueron sus propios hijos los que tomaron el control de su residencia, expulsaron a su per­sonal de confianza y le quitaron la autonomía sobre su dinero. Todo se sabe por las revelaciones a Proceso de quien fue su asis­tente personal, María Modesta Gil Cedillo.

Luis Echeverría Álvarez, el hombre fuerte que estuvo en el epicentro del régimen que ma­sacró a cientos de estudiantes en 1968 y 1971, vive el exilio inte­rior. Sin bienes ya a su nombre, con menguados recursos propios y despojado de querencias perso­nales, vive confinado, casi en el abandono, en un rincón de lo que fue su residencia en San Jeróni­mo.


Aunque lúcido, su cuerpo de 97 años requiere de asistencia desde que amanece hasta que se duerme. En silla de ruedas, se mueve con fuerzas ajenas. La prisión judicial que vivió ya an­ciano no se acabó con la resolu­ción que lo exoneró de la acusa­ción de genocidio por la matanza de Tlatelolco.

Condenado por los suyos, ahora vive el destierro familiar en un espacio que se reduce con­forme sus hijos venden, pedazo a pedazo, la residencia en la que hasta hace algún tiempo, cuando aún se podía mover, recibía a sus amigos, viejos priístas y algunos de sus funcionarios sobrevivien­tes, como Ignacio Ovalle, ahora responsable de la nueva oficina de Seguridad Alimentaria Mexi­cana del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.


El control de la información, el gran recurso que explotó durante su carrera política, si­guió siendo su preocupación.