Dios

Por: Redacción

Lo bueno de hablar de Dios o escribir sobre Dios es que nadie te puede refutar lo dicho, por­que a ciencia cierta nadie lo conoce; nadie tiene toda la verdad, de tal que se dice que el reino de Dios no es de este mundo, lo que lo hace un poco más complicado todavía para los hombres de poca fe.

Hay quienes se dicen o son intelectuales u hombres de ciencia que niegan su existencia aduciendo que si no se puede comprobar científi­camente, no existe.

Por otra parte, están los que concluyen que el Todopoderoso es la conjunción del tiempo y el espacio, afirmando que la cruz de Cristo sim­boliza esa creencia, y que el madero horizontal representa el espacio, y el vertical, el tiempo; lo que para otros simboliza el morir en uno mismo, porque al olvidarse de uno mismo, y entregarse a los demás, es cuando Dios se hace presente.

Otros dicen que el Señor es la conciencia despierta. Para unos, Dios habita en el exterior del universo y para otros es un universo interior. Y también hay quienes dicen que Él le habló en momentos cercanos a la muerte, y hay muchos otros que aseguran habérselo topado y que les sonrío y que, incluso, les habló después de haber consumido como dimetiltriptamina (DMT), en una experiencia tan intensa que a esta sustancia le llaman “la molécula de Dios”, lo mismo les su­cede a algunos de los que consumen peyote, LSD u otros psicotrópicos, lo que no tiene ningún valor para otros y lo consideran un vil sacrilegio.

Son muchos los niños que en la plenitud de su inocencia aseguran haberlo visto. Y ni qué decir de ciertos clérigos que se creen con el derecho a lucrar material o espiritualmente con la Deidad Suprema.

En cambio, para muchos el “problema del concepto” Dios inicia cuando la única manera que tienen de imaginarlo es con cara de un ser humano. Pero hay otros que son más prácticos y consideran que Dios es el amor; no lo intuyen como una persona sino como un sentimiento o valor; y hay para quienes la naturaleza es la máxima deidad.

Y hay quienes dicen que por creer lo han visto, y quienes se justifican diciendo que solo cree­rán hasta que lo vean, como si Dios cumpliera antojos. Y son muchos para los que creer en un Dios universal es una total cursilería, mientras que hay otros que van por la vida con miedo de terminar en infierno si no se portan bien. Hay escritores que dicen que por no haber sabido amar a Dios fueron condenados al deseo eterno sin esperanza, mientras que otros aseguran que todos los caminos llevan a Él.

Dios es el gran misterio de nuestra vida y que, paradójicamente, hasta morir lo podremos descifrar, pero, mientras eso pasa, no tiene nada de malo vivir con ese dogma—que es mejor que vivir en la negación, para mí—, pero es, sin duda alguna, que ese Ser que no se puede ver, oler o tentar, está presente en todas las culturas y pueblos de este mundo, aunque con diferentes nombres y doctrinas.

Creo que cada quien, según la etapa de la vida en que esté viviendo, y de acuerdo a sus circuns­tancias personales, tendrá un sinónimo de lo que es el Altísimo; Yo, me quedo con que Dios es amor.

“¿Y qué tal si Dios es uno de nosotros; un indigente como uno de nosotros, o solo un extraño en el camión que quiere llegar a casa?” Joan Osborne
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