Dijo Jesús al término de la misión evangelizadora de los 72 discípulos enviados a evangelizar de dos en dos
Por: Saúl Portillo Aranguré
"Veía a Satanás caer del cielo como un rayo", dijo Jesús al término de la misión evangelizadora de los 72 discípulos enviados a evangelizar de dos en dos, menciona el evangelio de hoy domingo 6 de julio de 2025. Aquella mega-misión, con las advertencias propias de los peligros, pues iban como ovejas entre lobos, sin nada de seguridades personales, deseando y dando la paz a quien los reciba con la escucha y si no quiere escuchar, la paz retorna al evangelizador misionero, sacudiéndose los pies, pero continuar anunciando el reino de los cielos, que incluye orar por los enfermos de esas casas.
Los misioneros regresaron muy contentos, pues "hasta los demonios se les sometían en su nombre"; aquellos veían milagros por anunciar el reinado de Jesucristo, que es capaz de sanar enfermos, liberar demonios de aquellos que son enviados por "aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz" (1 Pedro 2:9). Sin embargo, Jesús les "baja el avión", que el gozo eterno no es ser instrumentos de su misericordia (los milagros), sino que les enseñó: "No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo".
¿SALVACIÓN POR LA FE O POR LAS OBRAS?Es muy importante aclarar este detalle, pues la doctrina protestante de época luterana, arraigada en la mayoría de las sectas cristianas modernas, es diferente a la doctrina católica en este respecto, pues mientras que para el protestante la salvación es mediante la fe y solo la fe referenciando a San Pablo en la carta a los Romanos 10:9-10 "Porque si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación". Sí, la fe es muy importante, pero no suficiente para el juicio personal; no podemos quedarnos con una fe intelectiva, pasiva, encerrada, solo buscando el bien personal, individual y excluyendo a todos los que no piensan y creen como nosotros.
Los católicos estamos arraigados en lo que el apóstol Santiago nos explica en su carta, capítulo 2, versículos del 14 al 24:
"¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: ´Vayan en paz, caliéntense y coman´, y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta.
Sin embargo, alguien puede objetar: ´Uno tiene la fe y otro, las obras´. A ese habría que responderle: ´Muéstrame, si puedes, tu fe sin las obras. Yo, en cambio, por medio de las obras, te demostraré mi fe´. ¿Tú crees que hay un solo Dios? Haces bien. Los demonios también creen y, sin embargo, tiemblan. ¿Quieres convencerte, hombre insensato, de que la fe sin obras es estéril? ¿Acaso nuestro padre Abraham no fue justificado por las obras, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿Ves cómo la fe no estaba separada de las obras, y por las obras alcanzó su perfección? Así se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó en Dios y esto le fue tenido en cuenta para su justificación, y fue llamado amigo de Dios. Como ven, el hombre no es justificado solo por la fe, sino también por las obras".
Por lo tanto, "fe y obras" van unidas para la justificación o salvación; es entonces cuando se trasciende el concepto de fe y de verdadera religión, que consiste en la caridad (cfr. Santiago 1:27). Fe sin obras es fe muerta y también hay que decirlo, obras sin fe, eso que se admira tanto de la "filantropía", tampoco garantiza la salvación, aunque nos genere admiración y aplausos. No podemos, ni debemos juzgar quién se salva, ni quién se condena; preocupémonos por qué es lo que nos mueve en la fe y en las obras, pues aún en esto no estamos solos, Dios mismo "mueve en nosotros tanto el querer, como el actuar" (Filipenses 2:13), hay que ser dóciles a sus movimientos del alma o mociones espirituales como comúnmente se le llama.
"SEREMOS JUZGADOS EN EL AMOR"Es una cita atribuida a San Juan de la Cruz, y se refiere a que al final de nuestras vidas, el criterio principal por el cual seremos evaluados será la forma en que hemos amado a los demás y a nosotros mismos. Implica que el amor, en todas sus formas, es el valor más importante y la medida de nuestra vida.
El Catecismo de la Iglesia Católica nos habla de la "retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe" (n. 1021). El destino del alma será diferente para cada uno de nosotros, de acuerdo a cómo hayamos utilizado nuestro tiempo de vida en la Tierra.
Hay muchas personas que dicen: "Yo me voy a salvar, pues nunca he hecho el mal a nadie". Hay que tener cuidado, pues ese día no se nos juzgará sólo por el mal que no hayamos hecho, sino también por el bien que hayamos dejado de hacer. Debemos preocuparnos no sólo por evitar hacer el mal, sino por hacer el bien a todo el que nos rodea. Si no hacemos el bien a los demás, llegaremos al juicio con las manos vacías y "no aprobaremos el examen".
El Juicio Particular, como su nombre lo dice, será para cada uno de nosotros en lo personal. En este, Dios nos preguntará: "¿Cuánto amaste?", y cada uno de nosotros tendrá que responder a esta pregunta. Dios espera que cada uno de nuestros actos sea hecho por amor.
Termino con el himno de San Pablo a los Corintios, en la primera carta, capítulo 13:
"Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor".
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