Tiburones en Las Bocas

Ante una presa sin agua

Por: Gerardo Armenta

El avistamiento de tiburones se ha convertido en una nota común en aguas costeras del sur de la entidad. Hay toda una historia reciente al respecto de la que regionalmente se ha tomado debida nota, y no sin temor justificado, lo que sea de cada quien. La de los tiburones es una especie de mar que particularmente suele inspirar un gran miedo ante su mera invocación. Por ello, saber de su existencia demostrada en las zonas costeras regionales, ha provocado una especie de sobresalto o psicosis que no es posible ignorar.

Por supuesto que en la base de en esta justificada reacción temerosa de la población, se encuentran por desgracia los ataques mortales de tiburones que han ocurrido en contra de pescadores. Estos han sido y son hechos que por sí solos inducen al miedo justificado. En función de esta evidencia tiene que reconocerse también que el mero avistamiento de escualos por alguien, o la notificación de que esto ha ocurrido, induce automáticamente al surgimiento de sobresaltos comprensibles.

Como es bien sabido, en el mar existen especies que pueden agredir al ser humano. Y todas generan el mismo miedo, dicho sea con toda franqueza. Sin embargo, es la propia del tiburón la que suele causar en el ser humano reacciones de inquietud o pánico acentuadas. Una exitosa y recordada película, junto con el libro en que se basó, en una trama evidentemente exagerada, sin duda influyeron en el ánimo general para acentuar todavía más el miedo ante la presencia de escualos en las cercanías costeras.

Es obvio que en el sur del estado se debe estar lejos de la trama de una película como la aludida. Pero lo cierto es que no se trata de hermanar situaciones de pánico y peligro, unas ficticias (las de la película) y otras reales. A la hora de la hora, lo que debe importar es que se tome puntual nota, como por fortuna ha ocurrido, de que poco a poco al parecer se ha venido incrementando la presencia de tiburones en aguas sureñas. En este sentido, debe reconocerse que el conglomerado de pescadores regionales tiene definida, con toda exactitud, la difícil situación laboral que enfrentan por la cada vez más frecuente presencia de tiburones en aguas que son de trabajo propio o cooperativista.

Prueba de ello es que recientemente la Secretaría de Marina y la Capitanía de Puerto de Yavaros, dieron cuenta del avistamiento de tiburones en la zona costera de Las Bocas, un poblado perteneciente a Huatabampo, aunque a veces parecería que es de Navojoa. El llamado de esas dependencias fue por supuesto en el sentido de extremar precauciones. Lo mismo tendrá que hacerse en la ya inminente Semana Santa cuando Las Bocas se convierte en un centro playero de grandes proporciones por la cantidad de vacacionistas que disfrutan los días de asueto. 

Mientras tanto, también impacta tomar nota de otro hecho que es preciso relacionar directamente con las rutinas existenciales de la población del sur de la entidad. Se trata de la notificación que señala que desde el lunes anterior la Presa Adolfo Ruiz Cortines amaneció prácticamente…seca. Es decir, casi sin agua que almacenar. La bitácora respectiva señaló un almacenamiento de 9.5 millones de metros cúbicos. Vale significar que esta cantidad equivale al 1 por ciento de la capacidad total de resguardo que tiene la presa.

¿Malas noticias? Pues sí. No es posible pensar o decir otra cosa. Pero tal es la situación. Y más debe valer tomar nota del significado de esta situación y lo que representa en principio para el quehacer agrícola regional. No en balde, entonces, existe justificada preocupación en el ánimo de los productores del sur de la entidad. No es para menos, insístase.

El problema del problema (por decirlo así) es que no se avizoran soluciones prácticas inmediatas útiles para resolverlo. Excepto una: que durante el verano llueva y llueva con una razonable intensidad. Tal es la esperanza. Y es obvio que no hay otra a la mano. Bien dicen que el denominado cambio climático traerá consigo adversidades no vistas hasta ahora. En lo inmediato, empero, lo que hace falta en una región como la sureña es que llueva un poco como en los viejos tiempos. Quizá esto sea mucho pedir. Pero debe ser válido no perder la esperanza en estos tiempos por desgracia tan poco factibles para ello, pero sí para la inquietud y el temor.

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