Los panteones de Navojoa
Por: Gerardo Armenta
El tema de las motocicletas urbanas o citadinas (por denominarlas así) se ha generalizado increíblemente. Se trata de un asunto que llama la atención en importantes demarcaciones sonorenses por los perjuicios viales o accidentes que ha traído consigo. Aquí se ha comentado lo que sucede al respecto en ciudades como Navojoa y Álamos.
No deja de ser sintomático, en buena hora, por supuesto, que por ejemplo en Ciudad Obregón (un asentamiento urbano grandísimo) la situación que se comenta no haya llegado a extremos preocupantes como en otros lugares sureños. Los registros en el sentido de que se habla son allí poco usuales, lo que no deja de ser una buena nueva. Pero un poco más al norte, el problema en mención sí tiene registro en un municipio como Empalme.
Cabe hacer notar que en ese municipio la estadística respectiva resulta un tanto impresionante en términos urbanos. Es así por el motivo que se expresa a continuación: de cada 10 accidentes registrados en vía pública, ocho son causados por motociclistas. Queda en claro que la proporción asombra por la cuantía numérica que denota. Incluso, facultaría para dar por cierto que la casi totalidad de los accidentes que pasan en esa población, se debe a la circulación de motociclistas en la vía pública.
A lo anterior se agrega un dato que, dicho sea, sin ánimo de exagerar, complementa una situación ambiental complicada o preocupante de la que debe tomarse nota: los accidentes de motocicletas han tenido en Empalme un incremento de 200%, de acuerdo con informes de la Cruz Roja. Tal es un porcentaje verdaderamente dramático que debe inducir a la práctica de acciones de autoridad que lo reduzcan a su mínima expresión, o lo desaparezcan del todo, lo que debe resultar un tanto complicado. Para ello pronto iniciarán operativos de inspección y vigilancia sobre la circulación de motociclistas.
Una tarea similar tendría que ejercerse en Navojoa, no sólo en este mismo ámbito motorizado, sino también en el propio de los panteones. Bien se sabe que recién trascurrió el día de los fieles difuntos. Pero ello no quiere decir que el tema esté agotado. Al contrario, cubierta ya esa fecha, es cuando más debería tomarse en serio la necesidad de ejercer una tarea de vigilancia sostenida en los panteones existentes en el municipio de Navojoa.
Tendría que ser así porque, no en balde, una reciente nota periodística llamó la atención sobre este problema, que lo es realmente por donde quiera ser visto. No en balde se consignó en esa nota que los panteones navojoenses son catalogados como zonas desoladas e inseguras durante la mayor parte del año, la cual, vale añadir, es una descripción enteramente cierta. ¿Qué valor social o comunitario tienen bajo cualquier circunstancia los panteones como morada o destino final del ser humano?
La respuesta es breve pero contundente: todo el valor. ¿Por qué, entonces, sería la pregunta, suelen estar, como están, en un terrible abandono? La nota periodística a que nos referimos marca una solución que no debe implicar el fin del mundo llevarla a cabal práctica. Se trataría simplemente de ejercer un proyecto de iluminación y vigilancia en los tres panteones existentes en el área urbana de Navojoa. Eso sería todo, en principio.
Valdría la pena que se tomara en cuenta un plan como el descrito, pero no en una temporada electoral, porque el riesgo sería que pasara a formar parte del cuaderno (o block) de las promesas incumplidas. Debe ser propio considerar que, ciertamente, en los panteones navojoenses se cometen repetidos actos de vandalismo y robos insólitos o increíbles en las tumbas. Los panteones son lugares solitarios por definición. Tienen que ser así porque resultaría el colmo que alguien tuviera la idea de organizar en su ámbito una fiesta o un baile para mostrar la "originalidad" de que pueda ser capaz.
Un tema como el comentado siempre ha sido prácticamente el mismo en Navojoa. La carencia de vigilancia e iluminación en los panteones son dos factores que han terminado por ubicar en serio riesgo su integridad material. Las tumbas se han convertido, prácticamente a todas horas, en puntos codiciados para el hurto o el asalto, lo cual parecería un extremo demencial de conducta, pero que ciertamente ocurre, como es constancia sabida y multiplicada. En fin. Los problemas existen para ser resueltos. Por lo menos eso ocurre cuando hay lógica o sentido común de por medio. ¿Es el caso...?
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