Sonora, lleno de soldados… ¿y?

Los resultados en seguridad no son los esperados por la sociedad, pues existe la percepción de que la balanza está inclinada

Por: Francisco González Bolón

En verdad, ya no me preocupa el número de muertos, desaparecidos, secuestrados y heridos en la guerra del narcotráfico.

De todos modos, si los contamos, siempre aparecerán más o menos, de acuerdo con la óptica de cada quien.

Para las autoridades serán menos que ayer o que el año pasado. Pero para quienes sufren la amarga pena de perder a un familiar, serán más, y más, y más, independientemente si son dos o si el mes tiene menos días que víctimas.

Hay muchos ciudadanos que reclaman por qué los medios de comunicación cuentan el número de asesinatos y otras estadísticas producto de la violencia, aunque se sepa que esa tarea de informar con precisión es una alta responsabilidad.

Lo realmente preocupante es que Sonora se está convirtiendo en una zona de guerra, con más soldados y marinos cada día, amén de los policías municipales o estatales ya establecidos.

Y, sin embargo, los resultados no son los esperados por la sociedad, a pesar de que presuman que en Guaymas y Empalme ya van 50 delincuentes que caen.

Lo preocupante también es que, como nos comenta uno de nuestros dos lectores, pareciera que solamente se están llevando a la cárcel no únicamente a malosos de poca monta, sino, además, de un solo grupo delincuencial.

Ojo con eso. Si de lo que se trata es de mostrar trabajo para quedar bien con un grupo, pues de nada sirve, porque al final de cuentas habrá quienes puedan mantener, estratégica y económicamente, la guerra de uno u otro bando y, por más que se vean “resultados”, el número de muertos permanecerá.

Lo importante sería que las autoridades presentaran ante la justicia a los verdaderos capos, los peces gordos del crimen organizado y que permanezcan ajenas a uno u otro cártel, para que así se pueda recobrar la credibilidad y la confianza de la población en quienes algún día juraron cumplir y hacer cumplir las leyes.

Pero lo que señalan los ciudadanos es que, por un lado, en los congresos están tratando de cerrar el camino democrático de las elecciones mediante normas regresivas y absurdas y, por el otro, lo que se desea es combatir a un grupo criminal para ayudar al otro que pueda aportar algo, así sea violencia, al proceso electoral para mantenerse en el poder.

Si quienes gobiernan creen que la gente no se da cuenta de lo que en realidad está pasando, pues que sigan por esa vía hacia su propia destrucción, pero que mañana no se quejen de que son los fifís, los neoliberales y conservadores quienes les están poniendo piedras en el camino.

Ya basta de que quieran seguirse riendo de la población, porque, aparentemente, no comprende lo que sus autoridades están haciendo, pero que lo adornan con melosas invitaciones a formar parte de los que reciben “una lana” para que puedan decir “¡ah qué buena gente son!”.

Es tiempo ya de detener la posibilidad de que se encasillen en el poder ideas retrógradas, dizque de izquierda, que lo único que han logrado en los países donde se han asentado es convertirse en fábrica de pobres, a los cuales pueden fácilmente manipular con tintes electoreros.

O despertamos hoy, o se acaba nuestro mañana.

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