Serie Mundial de este año

Ante un evento bajo luto

Por: Gerardo Armenta

De suyo este no es un espacio necesariamente de carácter deportivo. Aunque tampoco se desvive por los asuntos de carácter político. La idea que singulariza estos renglones tiene que ver con el ánimo de ocuparse de todos aquellos temas que, de una u otra manera, podrían resultar interesantes para el público lector. En lo inmediato, por ejemplo, vale señalar de entrada que la Serie Mundial de béisbol siempre ha sido un evento que suele llamar la atención pública.

En esta ocasión existió a la vista un primer indicador que por sí solo llamó poderosamente la atención de aficionados al beisbol y de quienes no saben obligadamente lo que es un "flay" al jardín izquierdo con un corredor en la intermedia. ¿Pues cuál jardín izquierdo y cuál corredor y en qué intermedia? El beisbol es un deporte beneficiado con una gran atención pública en países como Estados Unidos y México, además de los propios de Centro y Sur América. En un contexto así, la Serie Mundial suele ser una especie de pastel que gratifica a la afición después de una larga temporada de contienda en las grandes ligas.

Como se sabe, esta vez la cereza de ese pastel de este año ilusionó sobremanera a la afición del llamado rey de los deportes. Una Serie Mundial entre los Yanquis de Nueva York y los Dodgers de los Ángeles siempre suele ser vista como regalo descomunal para la afición. Suele ser así porque los Yanquis y los Dodgers son (dígase lo que se quiera decir en contrario) los mejores y más populares equipos del beisbol en el mundo (especialmente el primero de ellos).

La anterior puede ser la idea propia de una desbordada imaginación. Pero los hechos son como son y así hay que asumirlos para no perderse en discusiones estériles. Pero, en un riguroso hincapié, habría que decir que existe al respecto una especie de principio de hechos que universalmente postula que, una Serie Mundial sin los Yanquis de Nueva York, podrá ser lo que se quiera, menos precisamente Serie Mundial. E insístase: con esa expresión no se trata de hacer menos a nadie.

Debe ser propio señalar que la muerte de Fernando Valenzuela enluta la realización de este evento. Pero es obvio que al mismo tiempo servirá como marco para una vez más poner de manifiesto la grandeza profesional y personal de un sonorense (Etchohuaquila, Comisaría de Fundición, Navojoa, sur del estado, en suma) que se alzó hasta alturas profesionales insólitas en el mejor béisbol del mundo. El sueño de todo pelotero es llegar a esas cimas: Valenzuela lo hizo en un increíble y breve tiempo. Prueba de ello es que en el principio de la década de los ochenta, se convirtió en el pelotero sensación de las ligas mayores por su espectacular eficiencia. Desde entonces, no será ofensa señalar que nunca nadie como él desde la denominada en el beisbol loma de los disparos.

En la postrimería de la escritura de este apunte, recordó uno la alineación de Los Dodgers que acompañó a Valenzuela en un buen trecho de su carrera. Los nombres de algunos de esos jugadores son fácilmente ubicables. Otros no tanto. Pero hoy, con toda la ayuda tecnológica que existe en materia de búsqueda de información, el que se menciona no debe significar ningún problema. Por sobre ese auxilio, quisiera uno, en un quizá imposible ejercicio de flaca memoria, tratar de ubicar la formación al campo (como dicen los que saben de estos menesteres) que solía acompañar a Valenzuela en sus aperturas con Los Dodgers.

Veamos si resulta: Mike Sciosa, Steve Garvey y Steve Sax: receptor, primera base y segunda base. Bill Russell y Ron Cey: parador en corto y tercera base. Jardineros: Pedro Guerrero, Dusty Baker, Ken Landreaux, Kirk Gibson. Imposible olvidar al manejador Tom Lasorda. Y al coach de pitcheo Ron Perranoski. Esencialmente este fue el equipo cuyos integrantes vieron de primera mano (pudiera decirse que sobre el mismo terreno de juego) el caminar de Fernando Valenzuela hacia la gloria eterna del béisbol con el respeto y el aprecio de los aficionados.

La Serie Mundial de este año se llevará a cabo en un contexto pesaroso y de luto. Pero en el recuerdo que sin duda campeará a lo largo de todo el evento, estará igualmente la evocación de quien, como Fernando Valenzuela, ayudó con sus hazañas en los años ochenta a que el béisbol recobrara la gracia de la afición que peligrosa y visiblemente estaba perdiendo. Este es otro de los grandes méritos de quien portaba el número 34 a la espalda de la camisa de su uniforme. Descanse en paz...

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