Semáforos en Navojoa un problema citadino

Navojoa es hoy por hoy una ciudad en plena y debida forma. Cierto, existen en su ámbito problemas urbanos de una u otra medida

Por: Gerardo Armenta

En Navojoa hay semáforos sin funcionar. El asunto no es menor o irrelevante. Al contrario, una descripción de tal naturaleza reviste una gran importancia en cualquier ámbito urbano. Cuando se desdeña esta característica suya, los problemas respectivos que pueden surgir en una ciudad nunca podrán ser considerados rutinarios. Al revés, habría que otorgarles una importancia de primer orden.

La suma de líneas anteriores parecería un listado de obviedades o de planteamientos que ni al caso. Pero mal se haría en aplicar esa óptica para negar la importancia de lo que, cierta y efectivamente llegado el caso, bien podría considerarse como un problema citadino de primer orden, dicho sea, sin asomo de exageración. En su obviedad, las cosas al respecto no pueden ser ignoradas por la aparente sencillez del significado que revisten.

El hecho es que en Navojoa existen semáforos que reúnen dos singulares características: unos están en malas condiciones materiales y otros de plano no funcionan. Como es fácil, entenderlo, una y otras modalidades no pueden resultar gratificantes para la ciudadanía por el riesgo o peligro que llanamente implican. Como era de suponerse, o de esperarse, esta circunstancia a que se alude ha generado ya constantes incidentes y choques vehiculares.

La anterior es una primera evidencia que no resulta útil para tranquilizar el ánimo urbano de nadie, como bien puede entenderse. Pero a continuación habrá que mencionar, sin querer queriendo, un pormenor que, dependiendo del ánimo o la fortaleza de cada quien, puede resultar hasta escalofriante como una noche de tormenta en que se va la luz: los semáforos existentes en Navojoa tienen por lo bajito una antigüedad de entre 40 y 50 años. Este perturbador dato, es el que en más de un sentido (o quizá en todos) explica que esos aparatos resulten obsoletos y con un funcionamiento que deja mucho que desear.

Tal circunstancia, entonces también es la que explica los constantes desperfectos de los semáforos que hay en Navojoa, además de que, por lo visto, el mantenimiento técnico que reciben no siempre es el adecuado. No paran aquí los problemas al respecto. En la Perla del Mayo, por ejemplo, existen calles y avenidas de primer orden vial o urbano donde ni siquiera por no dejar existe un semáforo en cabal operación cotidiana. Al parecer, un esquema como el descrito existe desde hace años, lo cual, sinceramente, ya es decir mucho.

Es obvio que una situación como la descrita tendría que ser corregida a la brevedad perentoria. Aunque también quizá cabría entender que el costo de un semáforo no ha de ser precisamente accesible en una primera instancia. Pero resulta igualmente obvio que algo tendrá que hacerse al respecto. Navojoa es hoy por hoy una ciudad en plena y debida forma. Cierto, existen en su ámbito problemas urbanos de una u otra medida, aunque ninguno sin posibilidad de solución.

En una categoría como la anterior tendría que ubicarse el tema que tiene que ver con los semáforos existentes y la carencia de ellos que se tiene en cruceros importantes (o peligrosos) de la ciudad. Navojoa es una ciudad en la que hay lugares con una gran densidad vehicular. Quizá deba medirse en años distantes el tiempo que ha transcurrido desde que sólo el centro citadino (la Plaza Cinco de Mayo, el Mercado Municipal) tenía una circulación vehicular no necesariamente densa, pero más o menos notoria.

Hoy, por supuesto, las cosas han cambiado mucho en el marco de que se habla, al grado de que no sólo la porción central de la ciudad, sino en una grandísima extensión de su medida territorial, existe, diaria y constantemente en buena parte del día, un gran e impresionante flujo vehicular por las calles. En algunas de éstas, en muy buena hora, hay un siempre deseable funcionamiento de semáforos. Pero quizá un experto en la materia (uno personalmente se encuentra distante años luz de esta condición), podría ilustrar mucho mejor esta situación que se comenta.

El caso es que la problemática de los semáforos en Navojoa está allí a la vista de propios y extraños y, por supuesto, de las mismas autoridades. Valdrá mucho la pena que una cuestión como la descrita, y que recientemente alcanzó espacio en estas mismas páginas, reciba oficialmente la atención que merece, obviamente con la idea de se le atienda como corresponde, antes, por supuesto, de que sus características terminen por agravarse todavía más. Nadie en Navojoa, en uso de sano juicio personal y colectivo, desearía una contingencia de esa naturaleza.

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