¿Se acabaron las alianzas?

Hace poco se escribió en este espacio la nueva moda dentro de la política, la cual parecía haber llegado para quedarse, por lo menos durante buen rato

Por: Manuel Borbón

No hace mucho tiempo se escribió en este espacio la nueva moda dentro de la política, la cual parecía haber llegado para quedarse, por lo menos durante un buen rato. Hablamos de las alianzas políticas, mismas que en nuestro país, si bien no son nuevas, sí habían tenido un papel secundario con partidos conocidos como "satélite", los cuales funcionaban más bien como apéndices del partido hegemónico, el PRI.

Sin embargo, con la llegada al poder de Morena vimos por primera vez en el poder una alianza electoral más parecida a un Gobierno de coalición que sólo una alianza electorera, como las vistas en el año 2000 con el PAN y el Partido Verde, o en las posteriores con el PRI, Nueva Alianza y Verde. Más bien, esta alianza de Morena, primero con el Partido del Trabajo y el Partido Encuentro Social y posteriormente con el Partido Verde, contaba con características particulares que lograron cambiar la jugada en el tablero político.

Si bien Morena es el partido "ancla" con una gran votación, los partidos aliados del Trabajo y Verde cuentan al interior de su alianza con un peso considerable en cuestión de repartición de cuotas de poder, sean estas candidaturas o puestos en los distintos órganos de Gobierno. Asimismo, la llegada de estas fuerzas a niveles similares a los partidos tradicionales como el PRI y el PAN, por lo menos en cuestión de curules dentro de las Cámaras Legislativas, provocó que estos tuvieran una mayor capacidad de negociación y, por ende, un poder considerable a la hora del ejercicio de Gobierno.

Paralelo a esto, vimos esfuerzos del otro lado de la mesa por instaurar coaliciones electorales interesantes, como la conocida "Frente Amplio", integrada por PAN, Movimiento Ciudadano y PRD, los cuales buscaron asemejarse a las coaliciones partidistas y posteriormente de Gobierno en países como Alemania o Chile. Por último, el esfuerzo fallido de instaurar una alianza que en el papel lucía interesante, pero a la hora de los resultados terminó por desdibujar a sus integrantes, como lo ha declarado el propio presidente nacional del PAN, Jorge Romero, y que a su vez terminó por extinguir al otrora partido de izquierda mexicano, el PRD.

Sin embargo, esta época en la política mexicana, donde las alianzas partidistas parecían ser el rumbo a seguir, ha comenzado a ver su suerte por ambos lados de la mesa. Primero, el PAN puso el último clavo al ataúd de su alianza con el PRI, al decidir dar por terminada su alianza alegando haber perdido su esencia como partido de derecha, buscando volver a sus orígenes de protección a la familia y a la patria.

Por la otra cara de la moneda, Morena y sus aliados, aunque de una manera más discreta, han comenzado a dar destellos de las diferencias que existen en su alianza, la cual, de manera natural al existir tanto poder en juego, ha comenzado a tener sus roces basados principalmente en el reparto equitativo del poder. Morena parece sentirse utilizado por sus partidos aliados al ostentar la mayor popularidad y votos, mientras que sus aliados aseguran que, si bien es cierto que Morena concentra la mayor cantidad de votos, sin ellos este partido perdería las elecciones frente a sus contrincantes.

En todo este entramado, lo que es una realidad es que las alianzas electorales tarde o temprano terminan por derrumbarse cuando carecen de contenido o proyecto, ya que, como decía Reyes Heroles, en política la forma también es fondo. Por lo que en años venideros esperamos ver políticos más auténticos, con esencia e identidad, que conecten verdaderamente con la ciudadanía. borbonmanuel@gmail.com