Robo de ganado, crece en tierra Yaqui

Lo han denunciado una y mil veces, pero la mayor parte de ellos se quedan callados, pues jamás han recibido atención adecuada de las autoridades

Por: Francisco González Bolón

Además de la falta de agua, los ganaderos de la región, incluidos los de la Tribu Yaqui, están padeciendo otro problema grave: el abigeato.

No hay noche, e incluso durante el día si se descuidan, en que los amantes del ganado ajeno dejen de visitarlos en sus ranchos.

Lo han denunciado una y mil veces, afirman, pero en el caso de los ganaderos yaquis, la mayor parte de ellos se quedan callados porque nunca han recibido una atención adecuada de las autoridades encargadas de combatir el delito.

Uno de ellos me hizo llegar un comentario al correo en los siguientes términos:

“El robo de ganado en los pueblos yaquis es incontrolable, ya que sigue en aumento el robo de becerros, caballos, burros y todo lo que se mueva. Las zonas ganaderas que más han sufrido este delito son los pueblos de Loma de Guamúchil y Loma de Bácum.

“Se espera que las Asociaciones Ganaderas de Bácum y Pueblo de Cócorit realicen las gestiones pertinentes, así también el Plan de Justicia Yaqui encabezado por el Presidente de la República permita que a través de la impartición de justicia les dé certidumbre a los pequeños ganaderos yaquis.

“El problema está incontrolable y el abigeato afecta a las familias yaquis qué por décadas han vivido de la ganadería en pequeña escala y ahora están sometidos ante quienes libremente se dedican al robo de ganado”.

Ese es el testimonio directo de los ganaderos indígenas, pero también hay muchos yoris que tienen las historias de sus ranchos, en los cuales probablemente haya bajado un poco el problema del abigeato porque la Asociación Ganadera del Valle del Yaqui gestionó mayor presencia policiaca y los han atendido.

Pero la diferencia con los yaquis es que los marginan del derecho a que su patrimonio y sus vidas sean protegidos, de tal modo que ni vacas ni chivas ni borregas se salvan de los ladrones de ganado, los cuales cuando no encuentran modo de llevarse los animales, arrasan hasta con las piolas de los ganaderos.

Ojalá el llamado a fortalecer la seguridad en la zona de los pueblos yaquis no sea tirado a la basura. Por el bien de todos.

INDUCCIÓN DE LLUVIAS

No van a pasar muchos días en que las autoridades agrícolas de Sonora hagan el anuncio de que ellas están haciendo llover gracias al programa de Inducción de Lluvias que desde esta semana iniciaron.

La verdad es que ni siquiera los científicos, como los del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM, conocen a ciencia cierta los factores físicos y climáticos que se presentan cuando desde las alturas rocían a las nubes con productos como yoduro de plata e incluso una solución de acetona.

Desde mis años juveniles que me tocaba reportear con expertos de la Secretaría de Agricultura, antes SARH, algunos de ellos me comentaban que era un gasto inútil bombardear las nubes porque no hay forma de controlar que sus descargas caigan en las cuencas de los ríos, como se pretende hacer creer.

Ni ayer ni hoy se cuenta con métodos para el muestreo y análisis estadístico de un programa de esta naturaleza y este tipo de proyectos carecen en realidad de un sentido científico que permita evaluar los resultados.

Pero, uno que ha visto pasar ya algunos veranos en Sonora, se pregunta ¿por qué seleccionan agosto para comenzar el bombardeo de nubes?

Sencillamente porque agosto y septiembre son las épocas más llovedoras tradicionalmente en la entidad y si se cumplen las expectativas de alcanzar el promedio histórico de lluvias, pues entonces las autoridades del ramo podrán decir con bombo y platillo que ellas “hicieron llover”.

Aunque no se hayan aplicado en totalidad los recursos destinados al programa, ya sea que los devuelvan a la Tesorería o que quede en algunos bolsillos particulares, el caso es que ese dinero se maneja en medio de dudas sobre la utilidad o ineficacia del programa.

En Sonora, según se anunció, el programa de 2023 se aplicará en un polígono de dos millones de hectáreas, donde se ubican las principales cuencas hidrológicas del estado.

De hecho, desde el 26 de julio se han realizado sobrevuelos los pasados días 27 y 28 de julio. Los resultados positivos, la verdad, no se han visto. Las presas, al menos en el Río Yaqui, necesitan más agua para contar con un ciclo agrícola completo.

Si no, los productores rurales, y con ello Sonora, sufrirán las consecuencias de una sequía y calores cada vez más fuertes. El cambio climático que veíamos lejano, ya está aquí.

Comentarios: franciscogonzalez.bolon@gmail.com