Sonora y Nuevo León, coincidencias de Durazo con el mandatario neoleonés, no son solo discursivas, también convergentes en la práctica
Por: Alberto Vizcarra
Los dioses del Olimpo, fueron una analogía mítica utilizada por grupos oligárquicos para el control cultural de la población. Establecían los límites y condenaban todo pensamiento que los desafiara. Con ello, y el control que ejercían sobre el fuego y la fundición de los metales, la naturaleza parecía operar a su capricho y la amenaza mayor para los disidentes, sería con daños causados por el clima. Hablamos de sociedades existentes hace por lo menos tres mil años. Homero se hizo cargo de describirlas literariamente y poner en evidencia su régimen de control y manipulación.
Las conductas oligárquicas se hacen viejas junto con sus procedimientos. Durante los últimas cuatro décadas reemergió con fuerza, en el mundo, el supuesto de que el crecimiento tiene límites y de que la transgresión a ellos provocaría el "castigo de la naturaleza". Así se propagandiza el "calentamiento global" o "cambio climático". Se le imputa a la naturaleza una reacción frente al "pecado de hybris", representado en el afán por el crecimiento económico y la industrialización.
Frente a los desafíos planteados por la sequía que azota al norte de México, parecería que no hemos dejado de ser esclavos de los dioses. Circula ampliamente un video de media hora del joven gobernador de Nuevo León, Samuel García, quien empujado por la dramática escasez de agua que padece esa entidad, lo primero que acusa en su discurso es que "la naturaleza nos está cobrando factura, hemos estado creciendo mucho", luego da a conocer una serie de acciones que se limitan a quitarle agua a la industria y a la agricultura para reponer el déficit en el consumo doméstico.
Es un discurso con una notable incoherencia, porque en base a estas políticas de reducción en el consumo de agua, incrementos progresivos en las tarifas, promesas vagas de gestión de mayores volúmenes del recurso, sostiene la espectacular meta de resolverle a Nuevo León el problema hídrico de los próximos treinta años.
El video del gobernador Samuel García, se dio a conocer el domingo 24 de julio y el viernes 29 el presidente López Obrador firmó un decreto para formalizar y reforzar las acciones del gobierno federal que buscan enfrentar la crisis hídrica en Nuevo León. El decreto presidencial se ubica en la misma falla conceptual del discurso del gobernador, y el presidente lo explica en los mismos términos: "se está haciendo conciencia de que ya no es posible seguir disponiendo de agua para propósitos industriales, comerciales, porque se tiene que cuidar el agua, tiene que haber planeación". Se anuncia la construcción de un segundo acueducto conectado a la languidecida presa "La Cuchilla" que terminará por dejar sin agua a la agricultura y también a la industria.
En cuanto a discursos, las cosas no son muy diferentes en Sonora. Al profundizarse la sequía el gobernador Alfonso Durazo también dio a conocer que, rodeado de un grupo de expertos, está elaborando un plan que se propone resolverle a la entidad su vulnerabilidad hídrica por los próximos treinta años. Como el gobernador de Nuevo León, Durazo, lanzó promesas difusas relacionadas con la desalación de agua de mar y adelantó algunas medidas administrativas que no se aproximan en lo más mínimo a la construcción de una plataforma que le resuelva a Sonora su crítico desabasto de agua por las próximas tres décadas.
Las coincidencias de Durazo con el mandatario de Nuevo León, no son solo discursivas, son también convergentes en la práctica. Ha ratificado la política hídrica de los gobiernos anteriores, que encubiertos en la protección a la demanda de consumo doméstico en la ciudad capital (Hermosillo), construyeron y operan ilegalmente, un acueducto desde la parte media de la Cuenca del Río Yaqui, para bombearle millones de metros cúbicos anuales a una minoría de intereses privados que han hecho de esa ciudad el paraíso de la especulación inmobiliaria, sin importarles las severas afectaciones que este desvío de aguas ocasiona en la parte baja de la cuenca, donde se ubica la empobrecida y lastimada tribu yaqui, siete municipios con más de un millón de habitantes y se asienta el Valle del Yaqui, una de las principales regiones productoras de trigo y maíz de México.
Sostener una política hídrica de repartir el agua que no alcanza, sacrificando a unos sectores para supuestamente proteger a otros, no tiene mañana, mucho menos treinta años por delante. El respaldo del presidente a estas políticas, lo hace un cautivo de la burocracia permanente de Conagua que durante las últimas tres décadas se convirtió en el frente más agresivo de los criterios neoliberales en el manejo del recurso. Inmortalizaron sus torcidos propósitos con la famosa expresión: "es más redituable el uso de un metro cúbico de agua empleado en la alberca de un hotel que el utilizado en una planta de maíz o trigo".
Ni Nuevo León, ni Sonora, tampoco el norte de México, padecen una crisis hídrica porque se haya crecido demasiado o porque se tenga sobre población. Estamos en esta crisis porque dejamos de crecer, porque por más de una generación nos mantuvimos con registros económicos que, comparados con el crecimiento poblacional, refieren estancamiento y en algunos momentos decrecimiento.
No nos está castigando la naturaleza, nos hemos auto infligido estos padecimientos por tolerar las políticas económicas neoliberales que despreciaron sistemáticamente la inversión en grandes proyectos de infraestructura, en ciencia y tecnología, para densificar nuestros procesos energéticos y gestionar los volúmenes de agua suficientes que hicieran posible el desarrollo industrial y el incremento en las capacidades para producir los granos básicos necesarios.
Según registros de Conagua, las aportaciones por lluvias en el país, no han variado en los últimos cincuenta años. Se mantiene un promedio de 1 500 km cúbicos anuales. Tampoco ha variado la condición desigual de las mismas. Siempre ha llovido más en el sur-sureste que, en el norte, con frecuentes episodios yuxtapuestos, cuando registramos incontrolables inundaciones en el sureste y sequías severas en el norte. Una realidad reconocida por los ingenieros de la entonces Secretaria de Agricultura y Recursos Hidráulicos, quienes desde los años sesenta conceptualizaron la idea de las grandes obras de transferencia de agua como el Plhino, sobre la costa del pacífico norte y el Plhigon por la costa del Golfo de México, para trasvasar ingentes volúmenes de agua al norte del país.
Es momento de que los gobernadores y el presidente, desechen la doctrina neoliberal de los límites al crecimiento. Nunca hay que aceptar la disyuntiva de tener que escoger entre morir de hambre o morir de sed.