Por: Redacción
Esta es una de las preguntas más frecuentes que se hacen los padres de familia cuando sus hijos se encuentran en esta etapa del desarrollo humano. Observan como sus hijos van cambiando y que de la noche a la mañana son más grandes, más robustos o más delgados; a veces están felices, otros momentos tristes o enojados, se vuelve más complicado iniciar una conversación con ellos, intentan exigir más libertades, se tornan rebeldes, pero sobre todo, perciben como sus hijos pequeños, para unos todavía sus “bebés”, desean pasar menos tiempo con ellos y cada día los van necesitando menos.Y es por esta inestabilidad llena de confusiones, que resulta enigmática la adolescencia, intentar comprenderla se vuelve difícil y todavía aún más, hacerle frente. Pero, ¿Por qué la inestabilidad? ¿Por qué la rebeldía? ¿Qué estará sintiendo el adolescente? ¿Por qué está enojado? ¿Por qué está triste? Y así, un sin fin de cuestionamientos. Para esto, solo puedo decir qué es porque el adolescente está enfrentándose a un duelo, el duelo por la pérdida de su infancia. Muchos de los problemas que sufren los adolescentes se deben al miedo que implica la demanda de convertirse en adultos, y, por tanto, tienen que despedir al niño que fueron y todos sus beneficios, enfrentándose a los nuevos retos que irán surgiendo. Este miedo y tristeza que supone el duelo por la infancia perdida se puede manifestar en agresividad, como un mecanismo de defensa, un tema que vale la pena retomar y extender en otra oportunidad.
Es importante aclarar que esto se da a nivel inconsciente, el adolescente no es consciente de por qué le pasa lo que le pasa, ni porqué se siente así, esos cambios de humor ni mucho menos de ese miedo. Este duelo implica, primeramente, a la renuncia de un cuerpo infantil, los adolescentes viven los primeros cambios físicos que comunican que están dejando de ser niños. El cuerpo empieza a transformarse: pelos en el bigote, en el pubis y las axilas, pechos que se desarrollan, voces que cambian, granos en la cara y por si fuera poco, todo esto acompañado de torbellinos hormonales. Otra implicación del duelo por el que pasan los adolescentes, es que ellos pierden a los padres que tenían cuando eran niños. Para un niño sus padres son perfectos, maravillosos y poderosos, que cuando necesitan algo saben que sus padres estarán ahí para protegerlos y el adolescente no, el comienza a darse cuenta de que no va a ser siempre así, toman consciencia de que sus padres comenten errores y que no les pueden solucionar todos los problemas que se presentan en la vida, lo cual crea un conflicto en la imagen de padres perfectos que hasta el momento habían mantenido y aun así, los padres tienen que mantenerse en su posición de autoridad, y quizás sea por esto, que se producen tantos conflictos entre padres e hijos adolescentes. Por último, otro duelo importante que se vive en la adolescencia, es la pérdida del rol infantil, lo cual obliga al adolescente a renunciar a la dependencia y a aceptar responsabilidades, pero en este trayecto surgen muchas dificultades, ya que como el adolescente todavía no es un adulto pero tampoco ha dejado de ser niño por completo, un día puede deslumbrar comportamientos “maduros” y al otro día desatar en berrinches infantiles, situación que a cualquier padre de familia puede sacar de quicio. Se han de preguntar entonces, ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo puedo llevarme mejor con mi hijo adolescente? Evidentemente no podemos evitar que se den estas problemáticas porque es la naturaleza de la etapa, no tiene sentido pedirle a un adolescente que no sea conflictivo. Sin embargo, la mejor manera de evitar que una adolescencia normal se convierta en una adolescencia especialmente problemática, es que los padres acepten que sus hijos son adolescentes, que pueden estar de un humor un día y de otro humor otro día sin ningún motivo aparente, que es normal las confrontaciones con los padres porque están cuestionando las reglas y los límites que imponen para poder definir su criterio, lo cual es importante para la consolidación de una personalidad sana, pero para esto, los padres deben intentar armarse de paciencia, escucharlos con apertura, pretender entenderlos, no olvidar que a pesar de que cada vez pueden tomar más decisiones, es vital seguir poniendo límites, pero sobre todo acompañarlos con mucho amor y respeto