El encuentro con los hermanos capuchinos, en la parroquia y convento de nuestra Señora de Guadalupe en Yécora, Sonora
Por: Saúl Portillo Aranguré
"PAZ Y BIEN", es la tradicional bienvenida y despedida franciscana. San Francisco de Asís estaba a favor de su uso y, a menudo, comenzaba y terminaba sus sermones y cartas con la frase.
En días pasados, la experiencia de estar con los Hermanos Menores Capuchinos en Yécora, Sonora; donde tuve la oportunidad de predicar la Palabra de Dios en un pequeño retiro de Pascua con el movimiento Cursillos de Cristiandad, fue una experiencia de paz y bien para los que fuimos, pues el encuentro con los hermanos capuchinos, en la parroquia y convento de nuestra Señora de Guadalupe; donde recordamos la alegría de la resurrección de Jesús, pidiendo que renueve nuestra vida espiritual a la luz de la Palabra de Dios, como lo hacía al inicio de la iglesia Católica primitiva, narrada en el libro de los Hechos de los Apóstoles capítulo 2, de los versículos del 42 al 46; sintiéndonos invitados como en aquel tiempo a ser perseverantes en la catequesis, la eucaristía, la comunidad, las oraciones y la caridad.
En esta ocasión quiero dedicar mi reflexión al tema de la "Paz", puesto que es el primer mensaje de Jesús resucitado, el primer mensaje dado en nombre de Jesús por el nuevo pontífice Papa León XIV, debido a que sigue siendo la gran necesidad de la humanidad, sobre todo, de nuestras ciudades.
Ciudad Obregón Sonora, apareció por primera vez en el ranking de las 50 ciudades más violentas del mundo en el 2014, debutando en el lugar 31 y en los últimos años estamos entre los primeros seis lugares, repitiendo el deshonroso segundo lugar un par de veces, en el 2021 y 2023.
En los trabajos diocesanos rumbo al cuarto plan diocesano de pastoral, se ha mencionado 17 veces la palabra "violencia", tema tan importante, que es grave en nuestra diócesis, desde nuestro primer obispo que fue martirizado, brutalmente asesinado de manera violenta, por lo que esperamos que haya acciones para promover la paz, la cultura que fomente la cultura de la vida de manera práctica y sencilla.
Agreguemos, además que los estados vecinos a Sonora han despenalizado el aborto (Sinaloa, Baja California y Chihuahua), seremos testigos dentro de muy poco tiempo como Sonora se sumará a la lista de los que dicen "No a la Vida", parte del plan gubernamental de los partidos de izquierda, con la violencia intrauterina que sucede en nuestro país y desgraciadamente, nos podemos quedar en proyectos piadosos sin impacto social pacificadores reales, puesto que "la sangre de los justos claman al cielo" (cfr. Génesis 4,10; Apocalipsis 6,10). Claro que la oración es ya acción Provida, pero quizá, se pueda hacer algo más, no lo sé.
Pido disculpas si molesta mi comentario anterior, pero mientras no hagamos nada para promover la vida, fuera de los templos, seguirá esta destrucción del tejido social en nuestra diócesis.
LA PAZ, LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD, CONSTRUYEN LA CIVILIZACIÓN DEL AMOR
La "civilización del amor", término utilizado por el Papa San Pablo VI, y muchas veces mencionados por Papa San Juan Pablo II, Benedicto XVI y por el Papa Francisco; se refiere a un ideal de sociedad donde el amor, en su forma más amplia, es el fundamento de las relaciones humanas, sociales y políticas. Este amor se basa en principios como la solidaridad, la justicia, la libertad y la búsqueda del bien común, buscando una sociedad más humana y digna.
La Civilización del Amor es una sociedad donde la paz se entiende como una consecuencia del amor al prójimo y a Dios, y donde el amor es el motor de la construcción de una sociedad más justa, solidaria y pacífica.
DE PACÍFICOS A PACIFICADORES
El padre Cardenal Raniero Cantalamessa O.F.M. Cap., que por más de cuarenta años fue predicador de la Casa Pontificia, abordó en varias ocasiones, la diferencia entre ser pacifistas y ser verdaderos pacificadores, especialmente a la luz del Evangelio. En su reflexión sobre la bienaventuranza "Bienaventurados los que trabajan por la paz", en adviento del 2006, Cantalamessa señalaba que no basta con evitar los conflictos o declararse en contra de la guerra; el llamado cristiano es más profundo: implica convertirse en instrumentos activos de reconciliación.
Según el cardenal Cantalamessa, el pacificador no es simplemente alguien que evita la violencia, sino quien trabaja activamente para destruir la enemistad, no al enemigo. Esta paz no se logra mediante la fuerza, sino a través del diálogo, el perdón y la transformación interior. Jesús mismo, en la cruz, "ha destruido en sí mismo la enemistad" (cf. Efesios 2,16), mostrando que la verdadera victoria es sobre uno mismo, no sobre los demás.
Además, Cantalamessa subraya que la paz es un don de Dios, pero también una tarea que requiere compromiso. No se trata de inventar o crear la paz, sino de transmitirla, de dejar pasar la paz de Dios y de Cristo que supera toda inteligencia. Para ello, es esencial permanecer unidos a la fuente de la paz, que es la voluntad de Dios.
En resumen, el padre Cantalamessa nos invita a ir más allá del pacifismo pasivo y asumir el papel activo de pacificadores, siendo canales de la paz divina en un mundo necesitado de reconciliación y unidad.
PAX DOMINE SIT SEMPER VOBISCUM
"La paz del Señor sea siempre con ustedes", es un saludo litúrgico y un deseo de esa paz que es diferente a la que el mundo da y ofrece. La paz del mundo es aquella que se fundamenta en el miedo, por el daño que puedo hacerte, "no te metas conmigo y no me meto contigo y estamos en paz", se sostiene en el hilo del más fuerte amedrentando al más débil; una paz endeble, no duradera que quita el sueño ante la amenaza.
En cambio, la paz que ofrece Jesús, Príncipe de Paz, es su Paz, la que nos ofrece y da, una Paz temporal y eterna, pues como diría San Pablo en su carta a los Efesios, capítulo 2, 14-18:
"Él es nuestra paz. Él ha destruido el muro de separación, el odio, y de los dos pueblos ha hecho uno solo. En su propia carne destruyó el sistema represivo de la ley e hizo la paz; reunió a los dos pueblos en él, creando de los dos un solo hombre nuevo. Destruyó el odio en la cruz, y habiendo reunido a los dos pueblos, los reconcilió con Dios por medio de la misma cruz. Vino como evangelizador de la paz: paz para ustedes que estaban lejos, y paz para los judíos que estaban cerca. Y por él los dos pueblos llegamos al Padre en un mismo Espíritu."
No sólo la paz ofrecida por Jesús, ¡él es nuestra paz!, si sopla sobre nosotros el soplo del Espíritu, es capaz de pacificarnos quitando nuestros miedos, para convertirnos en misioneros de la reconciliación y la paz, el camino lo muestra muy claro el día de la resurrección narrado por el evangelista Juan capítulo 20, recibir el Espíritu Santo, para promover el perdón de los pecados y evitar la retención de los mismos, no solo con el camino de la promoción del sacramento de la confesión, sino como misioneros de la reconciliación, es un auténtico camino de los "Peregrinos de la Esperanza", como nos invita este año jubilar.
NADIE PUEDE DAR LO QUE NO TIENE
Este es un dicho popular, que tiene mucho de razón, ¿cómo promover la paz si vivimos en guerra interior?, ¿cómo buscar la reconciliación entre los divididos, si nosotros mismos no nos dejamos reconciliar por Dios?
La Paz brota desde dentro, no desde la imposición externa de leyes que se sienten impositivas, ajenas por una conciencia errónea que no tienen efectos de convicción, aunque la ley sea buena, suena a moral restrictiva, ocupamos que lleguemos a entender que la ley es buena, que es para un bien mayor, un bien común, renunciando a la idea que la ley es para negociar, sobornar a conveniencia egoísta, olvidándonos del prójimo que me necesita y lo necesito para desarrollar todo el potencial de mi ser como persona.
No es un "estate en paz" como regaña el adulto a su hijo bajo amenaza por lo travieso y grosero que podría ser con otros, bajo el temor del castigo, sino es necesario que la paz sea un don que hay que pedir y un trabajo que hay que promover, pues dice la bienaventuranza, "bienaventurados los que trabajan (o luchan) por la paz, que ellos serán llamados hijos de Dios" Mateo 5,9. Luchemos o trabajemos para que la paz sea nuestro modus vivendi y nuestro modus operandi, es ahí donde se alcanza nuestro mayor acto de dignidad que nos da el bautismo, la de ser hijos de Dios; pidamos la paz como don y una vez que se nos concede en cada oración, luchemos para no perder el don que Dios nos da.
El camino es uno, es Jesús, dejémonos renovar por él, la conversión es el camino que acaba con la enemistad y se logra por el camino del perdón a la reconciliación, tal como lo indicó san Pablo, en 2 Corintios 5, 17-20:
"Toda persona que está en Cristo es una creación nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha llegado. Todo eso es obra de Dios, que nos reconcilió con él en Cristo y que a nosotros nos encomienda el mensaje de la reconciliación. Pues en Cristo Dios estaba reconciliando el mundo con él; ya no tomaba en cuenta los pecados de los hombres, sino que a nosotros nos entregaba el mensaje de la reconciliación. Nos presentamos, pues, como embajadores de Cristo, como si Dios mismo les exhortara por nuestra boca. En nombre de Cristo les rogamos: ¡déjense reconciliar con Dios!"
Paz y Bien.
En el inmaculado corazón de María:
saulportillo@hotmail.com