Para todos los Josés Artemios

La globalización económica y las reformas institucionales neoliberales han influido en los cambios de las pesquerías y costas mexicanas

Por: Gloria Ciria Valdéz Gardea

Recientemente se anunciaron los resultados de análisis al Taam ja´ un agujero azul considerado el más profundo del mar ubicado en Bahía de Chetumal, al sur de la Península de Yucatán, México. El Taam ja', que en maya significa “agua profunda” está a 420 metros bajo el nivel del mar.

La directora del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías, (Conahcyt) María Elena Álvarez-Buylla, dijo que hace poco más de un año investigadores encontraron el Taam ja’ y se pensaba que era el segundo agujero más profundo del mundo con 274 metros. Pero tras las últimas mediciones se confirmó que “Taam ja’ supera al Sansha Yongle, de China, que se consideraba el agujero azul más profundo con poco más de 300 metros” siendo ahora desplazado por el Taam ja´.

El agujero es casi circular en la superficie, abarcando un área aproximada de 13 mil 690 metros cuadrados. Se trata de una estructura que desciende a más de 420 metros bajo el nivel del mar, “superando la profundidad de cualquier otro agujero azul conocido hasta la fecha”, según indicó Ecosur, centro público del Conahcyt.

En entrevista reciente con la periodista Carmen Aristegui, la doctora Laura Carrillo Bibriezca, Oceanógrafa Física, Investigadora en El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), habló sobre el hallazgo y afirmó que incluso podría ser aún más profundo que los 420 metros récord que registraron en las más recientes mediciones realizadas, por lo que aseguran es necesario seguir con las investigaciones. Aristegui preguntó por el equipo de trabajo y la doctora Carrillo mencionó la participación de los investigadores Juan Alcérreca Huerta, Teresa Álvarez Legorreta, Laura Flórez Franco, Óscar Reyes Mendoza y Joan Sánchez Sánchez, académicos y académicas de la Unidad Chetumal de Ecosur.

Lo que llamó mi interés, por supuesto a parte del descubrimiento de la profundidad del Taam ja’ , fue la pregunta de Carmen Aristegui: ¿y el pescador que los guio se puede saber su nombre? - Claro qué si dijo la doctora, Carrillo, se llama Jesús Artemio Poot Villa tiene un gran conocimiento en el área.

Y aquí está el punto de esta colaboración, disculpen tanta introducción, ¿de qué manera el conocimiento tradicional de los pescadores, así como saberes y tradiciones los cuales han sido transmitido por años a los visitantes, investigadores, estudiantes de posgrado, etc., es incorporado, sistematizado y tomado en cuenta en las investigaciones científicas?, ¿Cómo se incorpora en la investigación -si se hace- el conocimiento de los espacios, paisajes y recursos naturales, vividos, sentidos y practicados tradicionalmente por los usuarios de los recursos: los pescadores?

Después de todo, parafraseando a mi amiga Ana Sofía cuando le conté sobre lo que escribía, “pues si ¿ni modo que los científicos hayan entrevistaron al agujero verdad?”.

Para el científico el trabajo de campo colaborativo con los usuarios de los recursos es fundamental. Necesitamos avanzar en uno de los pendientes de la antropología esto es el de reconocer al informante (migrante, curandero, pescador, campesino, etc.) como productor de conocimiento. Como planteado por la Red de Antropología del Mundo (siglas en inglés WAN), deberíamos trabajar para visibilizar los “diferentes conocimientos que las antropologías centrales ignoran, descalifican o subordinan” (Stephen 2007, 44).

Bastante tienen los pescadores con las consecuencias de las transformaciones estructurales de las pesquerías en México transformaciones que muestran las desarticulaciones provocadas por el crecimiento urbano y turístico que ha dejado marginada a la producción pesquera como actividad económica identitaria. La globalización económica y las reformas institucionales neoliberales han influido en los cambios que las pesquerías y costas mexicanas han experimentado desde la década de los 80’s.

Falta mucho que hacer para incorporar el conocimiento local de los usuarios de los recursos, así como sus saberes. Afortunadamente en El Colegio de Sonora tenemos trabajos muy valiosos como el del colega Jesús Armando Haro Encinas con su proyecto: Un modelo participativo para el desarrollo de la medicina tradicional y la herbolaria en el Noroeste de México.

Los científicos tenemos enormes desafíos uno de ellos consiste en saber cómo presentar los resultados de la investigación, al tiempo que la antropología se desplaza hacia una comunicación efectiva que vaya más allá de la formalidad académica, la autoridad etnográfica (Hale 1997) y las declaraciones autocomplacientes (Narayan 1993).

Profesor-Investigador Centro de Estudios Transfronterizos.