Por: Armando Fuentes (Catón)
La niñita le preguntó a su papá: "Papi: ¿sabes cómo se forman los niños?". Ante esa cuestión inesperada el señor tragó saliva. Dijo a la pequeña: "Pregúntale a tu mama". Va la chiquilla con su madre y le repite la pregunta: "Mami: ¿sabes cómo se forman los niños?". También la señora se azaró, pero pensó que quizás ya había llegado el tiempo de explicarle a la niña ciertas cosas. Juntos los dos, entonces, procedieron a darle a su hijita una completa explicación acerca de la reproducción humana. Terminada la profusa lección dice la niña: "No tienen ustedes la menor idea de cómo se forman los niños. En la escuela se forman por estatura, del más chiquito al más grande"... Babalucas conoció a una chica en una fiesta, y obtuvo de ella una cita para el siguiente sábado. Cuando llegó a buscarla se encontró con la novedad de que la muchacha estaba afónica: no podía hablar a consecuencia de una severa laringitis. Por señas ella le indicó que de cualquier manera saldrían, y que usaría una libretita para comunicarse con él. "¿Qué te gustaría hacer?" -le pregunta Babalucas. La chica dibujó un martini. "Ir a tomar una copa" -interpretó Babalucas-. ¿Y luego?". Ella dibujó una pareja bailando. "Ir a bailar -dice él-. ¿Y después?". La muchacha, con una sonrisa sugestiva, dibujó una cama. Y dice Babalucas: "¿Ir a ver muebles? No, linda. A esa hora las mueblerías ya están cerradas"... Un merolico vendía un tónico que según él podía prolongar indefinidamente la vida de quien lo tomara. "Aquí donde me ven -dice al corro de boquiabiertos lugareños que lo oían-, tengo 200 años de edad". Un receloso campesino le pregunta al ayudante del charlatán: "¿Es cierto eso?". Contesta el tipo: "Realmente no lo sé, señor. Yo apenas tengo 120 años de trabajar para él"... (Y a todo esto ¿de dónde viene ese curioso mexicanismo, "merolico", usado para designar a un vendedor callejero verboso siempre y engañador a veces? El vocablo derivó del nombre de un individuo que se hacía llamar doctor Meraulyock, europeo, que llegó a México en tiempos de Maximiliano. Entró al país por Veracruz, y ofrecía un tónico que llamaba "de San Jacobo", al cual atribuía virtudes portentosas, pues curaba todas las enfermedades. En ese puerto, en Puebla y en la Ciudad de México vendió miles de frascos de su potingue, y luego desapareció -como se dice en las novelas- tan misteriosamente como había llegado. La gente recogió su nombre para designar con él no sólo al parlero mercachifle callejero de quien se debe recelar, sino también a todo individuo que habla mucho sin poner en sus palabras sustancia de verdad)... Don Poseidón, labriego acomodado, tenía una hija. No era bonita la muchacha, ni estaba ya en la primavera de su edad, pero le salió un novio dispuesto a desposarla. Respicia -así se llamaba la anhelosa novia- le sugirió al galán que hablara con su padre, y él acudió una noche ante don Poseidón. Pregunta el genitor: "¿En qué trabaja usted?". "No tengo empleo" -responde el visitante. "¿Cuenta con medios económicos?" -inquiere don Poseidón. "Con ninguno" -replica el novio. Pregunta de nueva cuenta el padre: "Y entonces ¿cómo va usted a mantener a mi hija". El joven suspira y dice: "Dios proveerá". "Muy bien -determina don Poseidón-. Puede usted casarse con mi hija cuando quiera". La esposa del rico propietario escuchó aquello y casi se fue de espaldas. Llama aparte a su marido y le dice escandalizada: "¿Cómo permites que ese tal se case con nuestra hija? Es un flojo, un irresponsable, un bueno para nada". "Será lo que tú quieras -contesta don Poseidón-. Pero es el primero en la familia que se refiere a mí llamándome 'Dios'"... FIN.
MANGANITAS.
Por AFA.
"... Los morenistas están dispuestos al diálogo...".
Amigos: mucho no esperen
de esa actitud singular,
pues, para ellos, dialogar
es que les den lo que quieren.