El epíteto de "agricultura comercial" estuvo pensado para destruir a productores nacionales y dar paso a voraz corporativización del sector
Por: Alberto Vizcarra Ozuna
En días recientes un productor de trigo del Valle de San Luis Río Colorado, Sonora, confesó en tono desesperado: "estamos muy confundidos; los productores de trigo y maíz no sabemos qué hacer". En esa confusión piden apoyos "para la agricultura comercial", es decir la dedicada a la exportación de granos, cuyos precios se cotizan en los mercados especulativos de la Bolsa de Chicago.
Abogar a favor del esquema comercial que desprotegió a la producción nacional de granos básicos, desapareciendo los precios de garantía, resulta un despropósito y se incurre en la contradicción de defender la soga con la que se ha ahorcado al campo mexicano por casi tres décadas, desde la firma del TLCAN y con la reciente ratificación hecha por este gobierno bajo el nombre de T-MEC.
Pedir apoyos para "la agricultura comercial" a la que los productores nacionales fueron arrojados, es una señal indiscutible de la confusión por la que atraviesan; es querer que la enfermedad se convierta en remedio. Más cuando se sabe que la ruta trazada desde la firma del TLCAN, ya contemplaba un proceso paulatino y sistemático que terminaría por dejar sin subsidios y sin protección a la producción nacional de granos.
No fueron pocas las voces que se opusieron a la firma de aquel tratado y que advirtieron desde entonces que estábamos expuestos y desprotegidos frente a los caprichos especulativos de los mercados internacionales. Los desastres no se cocinan en meses y el derrumbe en los precios del maíz y el trigo, junto al incremento desmesurado en los costos de producción que se registran en la presente coyuntura, son un viejo absceso que ahora expulsa su pus.
El epíteto de "agricultura comercial", desde su inicio estuvo pensado para destruir a los productores nacionales y darle paso a una voraz corporativización de la actividad, destruyendo toda forma social de producción relacionada con la pequeña propiedad, el ejido y los colonos, para entregarle las regiones graneleras de México a las grandes comercializadoras ante quienes el gobierno se ha rendido.
No hay un después en esta crisis de derrumbe en los precios de maíz y trigo. Es en esta movilización en la que se tiene que plantear con toda seriedad y responsabilidad la salida de nuestros granos básicos de la bolsa especulativa de Chicago y el restablecimiento de una política de precios de garantía de acuerdo con los costos nacionales de producción. Y reposicionar con ello una política alimentaria que establezca la meta de duplicar la producción nacional de granos, para proteger al pueblo de México del jinete del hambre que ya cabalga con fuerza en un mundo atribulado por los conflictos comerciales y la guerra.