Nochebuena y Navidad; un tiempo muy especial

La Nochebuena entraña sin duda uno de los grandes o mayores acontecimientos que en su parte final trae consigo el tránsito de un año

Por: Gerardo Armenta

La mañana del 24 de diciembre parecería una más de las que invariablemente transcurren a lo largo del año. Pero no es así bajo ninguna circunstancia. Hágase lo que se haga como parte del correr de las horas de ese día, bien se sabe que su noche es singular o decisiva existencialmente. La Nochebuena entraña sin duda uno de los grandes o mayores acontecimientos que en su parte final trae consigo el tránsito de un año.

Por eso, cuando alguien inicia temprano la jornada de un día como el 24 de diciembre, no pierde de vista que la Nochebuena llegará al quitarse el sol y se entrará así a un tiempo existencial inolvidable que se prolongará durante horas hasta el 25 de diciembre con la puesta en curso de la Navidad. Este que se describe es un tiempo mágico que subyuga y propicia los mejores sentimientos que se puedan invocar. Es entonces que llamativamente todo se vuelve especial.

Cundo estos renglones salgan a luz, el tiempo de Navidad estará en pleno curso. Muchas actitudes personales o humanas suelen cambiar al paso de un año al otro. Es hasta normal que suceda así. Pero el apego individual y colectivo a celebraciones como las que se comentan, se mantiene firme y entusiasta, en lo que suele ser una mezcla de emociones personales, familiares y amistosas.

La de hoy, en la hondura de sentimientos y emociones que la singularizan, suele ser una época útil y propicia para la reflexión y el entendimiento con uno mismo, en principio. Quizá no se trate tanto de sumirse en meditaciones trascendentales de las que luego no es fácil escapar, pero sí cuando menos intentar un repaso sobre cómo y porqué las actitudes individuales podrían ser cada vez mejores y reconfortantes en términos existenciales.

Pero no puede negarse que en realidad la tradición respectiva de estas fechas induce más a las siempre necesarias horas de la convivencia familiar y amistosa, horas que son siempre mucho más gratificantes en días como los que corren. Aunque de todas maneras, el tiempo sigue corriendo precisamente. A veces dan ganas de pensar que lo hace con inaudita o asombrosa velocidad. Pero el tiempo suele ser así. Tenga o no identificación navideña o de fin de año, sin que ello le quite brillo, singularidad, trascendencia o emoción a unos particulares días como los que están en pleno curso.

El ocaso de este año está prácticamente a la vuelta de la esquina, por decirlo así. El convencionalismo tradicional suele desear siempre que un tiempo como el que se aproxima resulte próspero y bienhechor en lo individual y para un país como el nuestro. Es preciso seguir insistiendo en o con esas aspiraciones. El bienestar personal y la prosperidad nacional son condiciones siempre deseables. Pero el problema es que en el contexto del país se ha dificultado alcanzar esas metas, por lo menos en la medida y constancia deseables y hasta exigibles.

Sin embargo, circunstancia tan ingrata no ha impedido, y qué bueno sea así, que su concreción se pierda de vista, por más que durante muchos años se ha creído que, un objetivo de esa naturaleza, ha tenido más dosis demagógicas o mentirosas que afanes reales o capaces para alcanzarlo mínimamente a plenitud social y económica. La verdad es que resulta abrumador o desbordado lo que se ha dicho de cara a esos propósitos durante el paso del tiempo.

Hoy se está cerca ya de la terminación de un ciclo anual más. Habrá tiempo para acercarse a esa inminente realidad. Todo ocurre muy rápido en una particular circunstancia como la que se vive a lo largo de estos días. Nochebuena, Navidad y Año Nuevo. La rapidez o inmediatez con que se producen estas celebraciones, apenas da margen en ocasiones para asumir su disfrute como resultaría debido. Pero se entiende que los hechos al respecto no pueden ser de otra manera.

¿Qué falta para estar frente al venidero año nuevo? Prácticamente nada. La Nochebuena y la Navidad son tiempos particulares y propios, pero resultan singularmente breves, de horas, lo que sin duda hace mucho más gratificante y recordable su vivencia. El año nuevo, en cambio, entraña un largo trecho existencial, a veces con altas y bajas muy recordables por la severidad o abuso de sus efectos. Y en otras ocasiones con páginas de vida en extremo reconfortantes.

En lo inmediato, sin embargo, lo que debe importar, salvo una mejor opinión, o lo que hay que hacer en esta coyuntura, es aprovechar existencialmente la ambientación que tienen los días en curso. No regresarán hasta fines del año entrante...

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