Navojoa: protesta ciudadana

El impuesto predial y el agua

Por: Gerardo Armenta

El domingo anterior tomó cauce formal e impresionante la protesta ciudadana que se ha generado en Navojoa por el desmedido incremento en el pago del impuesto predial y el servicio del agua. Debe reconocerse que llamaron mucho la atención, primero la marcha que se hizo por la avenida Pesqueira y después el evento con oradores celebrado en la Plaza 5 de Mayo.

No resultará necesariamente coloquial, sino todo lo contrario, afirmar que esta jornada a la que se alude resultó prácticamente redonda en cuanto a sus objetivos originales y los alcances que sentó en defensa del interés ciudadano. De esta manera, quedó suficientemente en claro el ánimo justiciero que nutre la oposición de sectores navojoenses a cubrir el pago de incrementos en el costo de renglones públicos que, en efecto, no vienen al caso por la desmesura económica que les singulariza.

Cabe resaltar que, quienes hicieron uso de la palabra en la plaza principal de Navojoa el domingo pasado, plantearon objetiva y gallardamente la situación en conflicto. Ésta asombra por la claridad o llaneza de su singular hechura. Es decir, una petición o un llamado a la autoridad municipal para que reconsidere el tenor de una decisión que de golpe y porrazo (como si no hubiera infierno) incrementó los costos de dos pagos públicos que es obligatorio suscribir.

El problema no es que haya que pagar el predial y el agua. El rechazo de la población es a tener que aceptar nada más porque sí los desbordados incrementos que de un día para otro se decretaron oficialmente para uno y otro servicio. En ese trámite se dejó ver una preocupante insensibilidad oficial para abordar asuntos de esta naturaleza. Bien se creería que los tiempos ya no están precisamente para evidenciar ese tipo de actitudes gubernamentales.

De una u otra manera, la prestación de ciertos servicios púbicos en Navojoa deja mucho que desear. En la protesta del domingo anterior, salió a relucir, por ejemplo, que más del 60% de la ciudad no tiene pavimento en su esquema de calles. Por igual, quedó de manifiesto que el alumbrado público deja mucho que desear. Salió a relucir también el caso del agua potable y se puso de manifiesto la problemática de desabasto que hay en el oriente de la ciudad. Tales son realidades que no es posible ignorar, como no lo hace la población navojoense.

De aquí la importancia de que en Navojoa ocurran hechos como los registrados el domingo anterior, al llevarse a cabo la marcha por la Pesqueira y la reunión en la Plaza 5 de Mayo. En un contexto así, es imposible no tomar nota de expresiones como las siguientes: "Me parece excelente que nuestro pueblo esté abriendo los ojos y empiece a protestar. Que comience a alzar la voz ante la injusticia de gobiernos que necesitan ver la realidad que tenemos. No nos estamos negando a pagar nuestros impuestos. Pero que sean justos y vayan de la mano con la realidad en que vivimos". Así habló la maestra Dolores Díaz Encinas.

Palabras como las anteriores, resumen el cómo y el porqué de la actitud de protesta o réplica que singulariza hoy por hoy al conglomerado navojoense. Se trata ciertamente de una actitud en principio respetuosa si bien frontal ante las autoridades. No podía ser de otra manera. Cuando se tiene la razón al lado, no es ni siquiera preciso mal mirar a nadie. Abrir los ojos y protestar no es algo que tampoco le deba ser reprochada a nadie y menos a una ciudadanía como la propia de Navojoa, que lo que busca es que se le haga justicia con la adecuación monetaria de unos cobros oficiales excesivamente elevados.

Eso es todo, en principio. Aunque, como bien vale señalarlo, prestar oídos sordos a demandas o exigencias ciudadanas legítimas y bien planteadas, puede conducir eventualmente a situaciones comunitarias que por su trazo ni siquiera procedería imaginar. Un contexto de esta naturaleza es lo que tendría que evitarse hoy y siempre, habida cuenta de que la rijosidad sólo entorpece la puesta en marcha de buenas y ejemplares razones.

Resultan evidentes, entonces, que las justificadas quejas o reclamaciones por los elevados e incomprensibles costos en el predial y el agua, necesitan someterse a una tajante revisión para ubicarlos en una medianía justa para la población. No hay otra forma, por obvio que parezca decirlo, de salir al paso de una legítima inconformidad ciudadana que puede crecer todavía más con el paso de los días.

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