Los partidos políticos

Cabría preguntar cómo se habrán puesto las cosas, que hasta el mismo todopoderoso PRI terminó por abrazar la necesidad o moda de las coaliciones

Por: Gerardo Armenta

Siempre se ha dicho y creído que en México los partidos políticos son algo así como una especie de entes especiales. Quizá no tanto por la formalidad de su quehacer (que tendría que ser serio y bien visto socialmente), sino por el modo en que reciben dinero público para cumplir sus actividades. Se trata en realidad de una especie de generoso financiamiento público que bien a bien no se traduce en hechos que beneficien a la sociedad como todo un conglomerado.

Y menos en tiempos como los de hoy cuando se observa una especie de caída de cabeza de los partidos políticos existentes, con excepción de uno como Morena. No en balde, por ejemplo, estos también llamados institutos políticos ya no compiten por sí solos en los procesos electorales, sino que lo hacen a través de coaliciones, es decir, un tanto agrupados en una especie de montón. 

Cabría preguntar cómo se habrán puesto las cosas al respecto, que hasta el mismo todopoderoso PRI (una especie de Superman o Sansón partidista venido un tanto a menos) terminó por abrazar la necesidad o moda de las coaliciones o “juntadas” partidistas. Pero lo más curioso es que terminó haciéndolo con su histórico enemigo ideológico (PAN) y unas siglas que como las del PRD desde hace rato estaban más para allá que para acá. Por lo demás, es posible que una buena parte de los partidos políticos existentes se encuentren en una condición así.  

Sin embargo, nadie en ese particular y llamativo universo se llama a preocupación. No hay ninguna necesidad para que lo hagan. Que sufran los que quieren o quienes tengan que hacerlo. Los partidos políticos no están en este singular rango. Y cómo habrían de estarlo si se toman en consideración datos como los siguientes, los que asombran por su cuantía económica y propósitos a que se destinarán. Hoy como ayer, tales datos (con sus variantes del caso) siguen llamando la atención o, si se quiere, provocando diversas reacciones de ánimo ciudadano o público corajudo o beligerante.

El año que viene la llamada “bolsa” (o el dinero) para los distintos partidos políticos existentes será en lo general por un monto de 7 mil 354 millones 266 mil 504 pesos para “actividades ordinarias”, sea esto último lo que quiera significar. Leyó usted bien. Pero hay un añadido conceptual. Queda en claro que a los partidos políticos no les afecta ningún factor –dice la información- porque cobran con base en el padrón electoral que actualmente es de 99.2 millones ciudadanos o votantes potenciales. 

En la información respectiva queda de manifiesto que, a pesar de los avances tecnológicos que hay actualmente en un país como el nuestro, los partidos políticos dispondrán en conjunto de más o menos 800 millones de pesos para utilizarse en un rubro basado en comunicaciones telegráficas y postales. O sea que en el universo de los partidos políticos de este país se gastará un montonal de dinero para sufragar el envío de telegramas y cartas. Poco debería faltarles para que en su comunicación mejor utilicen palomas mensajeras. El Consejo General del INE es el que asigna las cantidades que los partidos políticos reciben como financiamiento público.

Así es como se denomina este rubro del que tiene que ver con los partidos políticos: financiamiento público. El problema no ha de ser que exista tal prerrogativa. Podría hasta pensarse que es bueno que exista como ayuda económica para sus labores. Sin embargo, lo que llama la atención es el aspecto que tiene que ver con los montos económicos que alcanza ya en esta coyuntura. Con razón se pensaría que México es o debe ser uno de los países donde más fácil resulta (o debe resultar) que los interesados en la materia aparezcan de pronto casi como dueños de partidos políticos con nombres rimbombantes o francamente risibles o absurdos. 

No en balde, entonces, suele reconocerse que la democracia estilada en México suele ser más o menos bastante cara por el elevado costo que entraña la manutención de quienes fundamentalmente la hacen posible. Al final los hechos en este renglón terminan casi desdibujados por sí mismos. Cabe pensar, por ejemplo, en la muy reciente y vistosa muerte del PRD. Cabría también en esta reflexión la notoria forma en que el PRI y el PAN parecerían estar en una especie de retirada de la arena política por la evidencia en que ha decaído su aceptación o valoración pública. No hay duda: los de hoy son tiempos portentosos para una cierta parte del esquema que engloba a ciertos partidos políticos. ¿De quién será la culpa? Es pregunta…

armentabalderramagerardo@gmail.com