Ante presagios sobrados
Por: Gerardo Armenta
Dicen que los lunes ni las gallinas ponen. Quizá no sea para tanto, porque, en la contraparte de un dicho del habla popular como el que se comenta, lo cierto es que, el día en que comienza la semana, suele ser una especie de pivote para que nuevamente se pongan en marcha las diversas actividades de suyo suspendidas, en buena medida, por el asueto convencional de sábado y domingo. Pero bien se podría reconocer que existen de lunes a lunes. Y que, por eso mismo, particularmente el de hoy 20 de enero se advierte sobrado de presagios o posibilidades no del todo muy gratificantes para un país como el nuestro.
Quizá nunca había llamado tanto la atención en un país como el nuestro el arribo al cargo de un nuevo presidente de Estados Unidos. Hoy, sin embargo, hasta los más desinteresados en las cosas políticas saben que este día alguien llamado Donald Trump tomará posesión como mandatario del país vecino. El interés no es tanto porque al grueso de los mexicanos les importe sobremanera de suyo el habitual curso de la política norteamericana. El acercamiento generado en México en relación con este evento, se debe a que prácticamente marcará el fin de la espera por saber si, en realidad, Trump comenzará de buenas a primeras con la aplicación de las diversas medidas que ha anunciado en contra de un país como el nuestro.
De ser otras las circunstancias, es casi seguro que, ni siquiera a los ciudadanos y políticos más "grillos" de un país como el nuestro, les interesaría tomar nota de que un sujeto apellidado Trump estará desde hoy como mandamás un tanto imperial desde la Casa Blanca. Pero la diferencia estriba en el modo o la forma en que este personaje decidió modificar radical, agresiva y quizá hasta ilegalmente los modos tradicionales del trato entre dos cercanísimos vecinos (territorialmente hablando) como México y Estados Unidos.
Sin embargo, a la hora de la hora no sólo en México y Canadá tendrían que existir prevenciones o recelos sobre lo que cabe esperar de un gobierno como el de Trump. Más allá de uno u otro país, en realidad cabría suponer que también se cierne en principio un serio peligro para el mismísimos Estados Unidos con el arribo al poder del no menos mismísimo Donald Trump. Atendamos lo siguiente para entender mejor los hechos: en el discurso que dijo para despedirse de la nación el pasado miércoles, el presidente Joe Biden lanzó una advertencia en la que realmente nadie había pensado y que parecería un tanto fuera de lugar. Pero dicha esa advertencia por quien la pronunció adquiere un sentido verdaderamente peligroso e indeseable. A menudo, Biden siempre pareció un alma de Dios como mandatario norteamericano por su pausado modo de ser y hablar. Sin embargo, con lo que dijo prácticamente unos días antes de abandonar la Casa Blanca, ratificó que conoció realmente el terreno donde insertó su gestión y los peligros que hoy parecen amenazar el presente y futuro de su país.
De manera un tanto inusual, Biden advirtió sobre una "oligarquía" de los que llamó "ultra ricos" que echa raíces en Estados Unidos. Alertó también en torno a un complejo tecnológico-industrial que infringe los derechos de los estadounidenses y el futuro de la democracia. Se mostró preocupado por la concentración de poder y riqueza entre unos pocos. Dijo: "Hoy, una oligarquía de riqueza extrema, poder e influencia está tomando forma en Estados Unidos que literalmente amenaza toda nuestra democracia, nuestros derechos y libertades básicas, y a una oportunidad justa para que todos progresen".
Cabe hacer notar que estos términos no suelen ser comunes en el lenguaje político o gubernamental de un país como Estados Unidos. Los hombres que allá tienen poder hablan de otra manera. La fraseología de Biden denuncia una grave y sentida tonalidad ideológica que existe ya y que, a pesar de todo, choca con lo que es un país como el suyo. Por eso no dejan de llamar la atención la rudeza y el temor con que se expresó a pocas horas literalmente de abandonar el Salón Oval de la Casa Blanca.
No se requiere de mucha suspicacia detectivesca para saber a quiénes y hacia dónde dirigió Biden el tenor de sus afirmaciones. El asunto se explica o se orienta por sí solo. No se necesita más que revisar la agenda electoral o política reciente de un país como Estados Unidos para saber lo que verdaderamente quiso decir Biden con su tremendo discurso del adiós. Porque, en efecto, el suyo fue un discurso que bien harían en atender quienes hacen política en un país como Estados Unidos para que después no digan que nadie les avisó de nada.
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