Lecciones de la Historia y ¿Ante un Nuevo Partido?

Habrá que ver en qué termina esta cuestión. En tanto, bien se podría dar por cierto que de una u otra forma se advierten atisbos de un nuevo partido

Por: Gerardo Armenta

Bien se sabe que recordar la historia nunca ha sido ni será un ejercicio ocioso. Y mucho menos cuando se aprenden sus lecciones y se busca llevarlas a la práctica dentro de lo posible. Aunque en verdadera esencia conviene recordar que toda historia que se respete es violenta por naturaleza Por lo menos así es la que protagonizan personajes que luego son reconocidos como héroes por la hondura de sus realizaciones sociales y políticas.

Y por supuesto que hay muchas formas de honrar o recordar los hechos históricos y especialmente a quienes los hicieron posibles en la coyuntura que les tocó vivir. Por supuesto que esta recordación es tanto generosa y buena como crítica y hasta despreciable. En otras palabras, lo que se quiere decir es que en toda referencia histórica hay héroes buenos y carismáticos, así como héroes malos o perversos. Esta dualidad en la conducta suele ser infaltable en todo recuento que se haga sobre la temática en mención.

De este modo bien puede convenirse que la historia es una lucha casi eterna entre los buenos contra los malos y viceversa. A los malos siempre les va mal, precisamente por serlo, si bien en ocasiones vencen este designio y quedan como los dueños de la trama o la plaza. Pero pocas veces ocurre de esta manera. Por eso, más allá de la teoría o de los conceptos mal hilvanados, bien podría recordarse que en México uno de los grandes malos de la historia es precisamente Porfirio Díaz. Todo mundo sabe que este señor duró 30 años en el mando del país y quizá se hubiera eternizado de por vida en el cargo de no producirse el movimiento social, político y armado conocido como Revolución Mexicana.

Sin embargo, de todas maneras 30 años de poder absoluto o unipersonal fueron muchos, si bien al final ocurrieron los hechos que todo mundo conoce en un país como el nuestro. Viene a cuento todo lo anterior porque en Guaymas existe un céntrico callejón identificado precisamente con el nombre de Porfirio Díaz. Está junto al mercado municipal. El nombre le fue impuesto desde tiempo casi inmemorial.

El caso es que, en una especie de decisión soberana tomada sin el concurso de ninguna autoridad, decidieron quitarle el nombre al callejón y ponerle el propio de un vecino llamado Mario Cartagena, alias “El Guaymas”, conocido como activista y guerrillero. La idea es que el Cabildo porteño autorice el cambio por el que los vecinos optaron libremente. Al parecer, la alcaldesa Karla Córdova no quiso atender la propuesta de los integrantes del llamado Comité de Adultos Mayores.

Habrá que ver en qué termina esta cuestión. Mientras tanto, bien se podría dar por cierto que de una u otra forma se advierten atisbos que podrían encaminarse a la creación de un nuevo partido político. ¿Uno más? Tal parece ser la idea. ¿Con cargo a qué fuerzas políticas o voluntades ciudadanas se relaciona esta intención? Porque eso es apenas: una intención impulsada por el llamado Frente Cívico Nacional.

Como bien se recordará, este organismo fue uno de los impulsores de las grandes marchas ciudadanas de lo que terminó por conocerse como “Marea Rosa”. Impresionantes manifestaciones las suyas, lo que sea de cada quien, llevadas a cabo antes de las elecciones de junio de este año. Seguramente impresionados por ese poder de convocatoria, único porque se hizo al margen de siglas, los dirigentes del Frente Cívico Nacional llegaron a la conclusión de que es hora de dar el siguiente paso.

Sin embargo, quizá las cosas al respecto no vayan a ser tan fáciles llegado el caso. El atractivo o el valor público del organismo a que se alude, responsable de una especie de impresionante y cuantioso despertar ciudadano, radicó precisamente en su distancia o lejanía de nomenclaturas de partido. ¿Podría ser que, llegado el caso, la participación ciudadana ya no sería la misma enmarcada en siglas partidistas o políticas, formalmente concebidas?

Para ser francos, bien podría asumirse que todo cabe dentro de lo posible. Pero antes de volver a insistir con estas circunstancias, bien cabría preguntarse si a nuestra cultura en la materia le hace falta precisamente un nuevo partido político. ¿Cuál sería la necesidad de incrementar lo que peyorativamente suele identificarse como partidocracia? Cierto: el PRD está a punto de colgar los tenis, o ya lo hizo. El PRI parecería estar al borde de un ataque de nervios o bien con severos sobresaltos cardíacos que presagian la hechura de un cuadro clínico que no podrá solventar con la toma de analgésicos. El PAN bien podría superar su crisis si cambia inmediatamente de mandos.

¿Cabría en este contexto un nuevo partido político? Habría que ver el asunto con más calma. Aunque en el ínter podría ser válido preguntar dónde se metieron a la hora de votar las multitudes de la “Marea Rosa”, multitudes sobre todo muy visibles en la capital del país.        

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