Las maestras y los maestros: rebeldes con causa

Más allá de los argumentos de los involucradas, es loable la sensatez de la presidenta de parar el curso de la reforma propuesta

Por: Ricardo Aragón Pérez

El pasado 21 de marzo, las maestras y maestros federalizados amagaron con estallar una huelga nacional en demanda de una transformación radical de la Ley del Issste del 2007. Exigen la instauración de una vez por todas de un sistema de jubilación y pensión más humanitario, que considere sólo los años de servicio como criterio para la jubilación y calcule el monto de la pensión en base al salario mínimo, como era habitual antes de que entrara en vigor la ley referida, que incluyó la edad como parámetro de jubilación y priorizó la UMA para tasar el valor de la pensión.

Días antes del amago magisterial, la presidenta Claudia Sheinbaum presentó a la Cámara de Diputados, para su validación, votación y aprobación, una iniciativa de Reforma a la Ley del Issste. Según la mandataria federal, la reforma no perjudica al magisterio. Contrario a eso, busca mejorar su estado de bienestar, perfeccionando el sistema de salud, fortaleciendo sus finanzas y condonando deudas hipotecarias viciadas, además de robustecer la cobertura y acceso a la vivienda social.

Pero de remarcarse también que consideraba aumentar la cuota de seguro social y afectar además el sueldo integrado de quienes perciben ingresos más altos, lo que causó irritación entre las y los maestros y generó además protestas masivas en el país, convirtiéndose francamente en el talón de Aquiles de la reforma en cuestión.

Desde que supieron que estaba en puerta la aprobación de la Reforma a la Ley del Issste, las maestras y los maestros no la vieron con buenos ojos. De inmediato prendieron las alarmas, se inconformaron e hicieron correr la noticia como reguero de pólvora. Miles de ellas y ellos dejaron las aulas, pararon las escuelas y salieron a las calles con la "espada desenvainada", con una actitud de rebeldía y oposición a la iniciativa de reforma, convencidos de sus limitaciones e insuficiencias, pues no veían en ella ninguna consideración para sus demandas históricas, que son tres; a saber: 1) derogación de la ley Issste del 2007, 2) Restablecimiento del criterio de edad para efecto de jubilación y 3) Considerar el salario mínimo como base para la pensión jubilatoria.

En defensa propia, la presidenta dio la cara al magisterio y explicó una y otra vez las buenas intenciones de la reforma, que no hay ninguna duda de eso, pero no convencieron al magisterio en pie de lucha, tampoco el concierto de voceros oficiosos consiguió convencerlos. Lejos de eso, los maestros insisten en calificar la reforma como un agravio más, que recrudece hondas heridas aún sin sanar, como la persistencia de un sistema de pensiones deficiente, por no decir infame.

Más allá de las razones o sinrazones de las partes involucradas, cabe saludar la sensatez de la presidenta de parar el curso de la reforma propuesta, pero debe quedar en su comprensión que esa medida no resuelve el fondo del malestar de las maestras y maestros, pues como han dicho categóricamente, se trata de una buena medida, pero insuficiente, por lo que llamaron a no bajar la guardia, sostenerse en rebeldía y no parar hasta coronar su causa con una contrarreforma, que ponga en el corazón del cambio normativo la derogación de la Ley del Issste del 2007.

Finalmente, sin pasar por alto las bondades de la reforma suspendida y la voluntad de escucha de la presidenta Claudia Sheinbaum, resulta aconsejable que las partes en pugna sostengan una disposición franca y honesta de diálogo, que se reconozcan las razones históricas del magisterio, antes que descalificar su rebeldía, y mandar a ambas partes señales claras de solución de fondo, como una medida razonable que podría conjurar la huelga nacional que preparan las maestras y los maestros, convencidos de que la educación no sólo pasa por las aulas, sino también por las calles, más cuando de defender los derechos sociales se trata.

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