En el pasado ofrecieron la privatización como una panacea. Prometieron progreso, pero lo único que lograron fue despojo, desigualdad y corrupción
Por: Heriberto Aguilar Castillo
En los últimos días, los partidos que representan al viejo régimen han vuelto a hablar de refundación. Pero lo que buscan, en realidad, es restaurar los privilegios que durante décadas concentraron en unas cuantas manos. Ese bloque que conocemos como Prian pretende revivir un modelo que ya demostró su fracaso: el de la corrupción, el saqueo y la desigualdad.
Durante más de tres décadas, ofrecieron la privatización como una panacea. Vendieron la idea de que los bienes públicos debían pasar a manos privadas para resolver los grandes problemas nacionales. Prometieron progreso a través de la privatización, pero lo único que lograron fue despojo, desigualdad y corrupción. Los derechos los convirtieron en mercancía.
De esa larga oscuridad surgió nuestro movimiento. Morena nació como un acto de dignidad del pueblo, como una resistencia y una rebelión ética frente a la simulación. Nació para devolverle contenido humano a la política. Por eso hablamos de humanismo mexicano: una visión que pone al ser humano en el centro y que entiende el poder no como privilegio, sino como servicio.
La presidenta Claudia Sheinbaum lo ha dicho con claridad: el poder es humildad, el poder es honestidad. Ese es el mandato que guía esta nueva etapa de la transformación. Y los resultados hablan: más de 13.5 millones de mexicanas y mexicanos han salido de la pobreza, el salario mínimo ha recuperado su valor, las pensiones son derechos y los jóvenes tienen oportunidades que antes les fueron negadas.
Pero ningún proceso de transformación está libre de desafíos. Como fundador de Morena, creo que hoy más que nunca debemos mirar hacia dentro. La transformación no puede caer en el conformismo ni en el pragmatismo político. La fuerza del movimiento no radica en los cargos, sino en los principios. No en las posiciones, sino en la congruencia.
Morena no es un partido más; es un movimiento que nació de la lucha del pueblo por su dignidad. Nuestra tarea no es administrar lo logrado, sino profundizar la transformación. Debemos cuidar la coherencia, mantener viva la lealtad a los ideales y recordar que el poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás.
La derecha apuesta por la restauración; nosotros por la transformación. Ellos añoran el pasado de privilegios; nosotros construimos un futuro de justicia y bienestar. Mientras ellos buscan recuperar el poder para sí mismos, nosotros entendemos que el poder sólo tiene sentido cuando se ejerce con humildad, con honestidad y con el pueblo al centro.
Por ello es pertinente no perder el rumbo, mantener la causa por encima de las ambiciones personales, no confundir estrategia con oportunismo. Porque la verdadera transformación no se mide en discursos, sino en hechos; no se impone, se construye desde abajo y con el pueblo.
Ese es el sentido del movimiento que representamos: un poder humilde, honesto y al servicio de todos. Un poder que no busca restaurar el pasado, sino seguir arando el camino a la esperanza.
Senador de la República por Sonora.